psicoterapia del duelo

Psicopatología y Psicoterapia del duelo.

Jornada docente MIR psiquiatría y

PIR Psicología clínica de Aragón

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Día 3 de febrero del 2010. El Duelo.

Día 4 de febrero 2009. Psicopatología y suicidio.

Psicopatología clásica del duelo y Psicoterapia de la consolación .

“la consolatio”.

Escritos estoicos consolatorios de Séneca.

Cartas a Lucilio. Séneca.

Lucio Anneo Séneca (Lucius Annæus Seneca), llamado Séneca el Joven (Córdoba,4 a. C.- Roma, 65).

Traducción utilizada de V. López Soto. Edición clásicos de Roma. Editorial Juventud.

LXIX. Los vicios hacen promesas, la muerte objeto de meditación.

_ 6. Si en verdad quieres escucharme, medita y ejercítate en aceptar la muerte y, si la circunstancia lo aconseja así, hazla venir; no hay diferencia entre que ella venga a nosotros, o noso­tros a ella. Convéncete de la falsedad de esta frase, que es «Bella cosa es morir de la propia muerte.» Nadie muere sino de su propia muerte. No pierdes nada de tu tiempo, pues el que dejas es ajeno a ti.

LXX. Es una ventaja no vivir, sino vivir bien. Del suicidio

1. Después de mucho tiempo he visto tu Pompeya, y se me han puesto delante de mí las andanzas de mi adoles­cencia. Cuanto allí hice cuando era joven, me parecía que podía hacerlo aún y que lo había hecho poco antes.

- 2. He­mos navegado, Lucilio, durante la vida, y como en el mar, al igual que dice nuestro Virgilio, «Tierras y ciudades se retiran» (1), (Virgilio, Eneida, III, 72)

así en esta carrera de un tiempo que vuela, primeramente, desaparece la infancia, luego la adolescencia, después cuanto es aquello que media entre la juventud y la vejez, puesto entre los confines de las dos; a continuación, los mejores años de nuestra vejez; por último empieza a mostrarse el fin común a todo el género humano.

- 3. Creemos en el mayor grado de locura que él es un escollo: es un puerto, que algún día debemos alcanzar, que nunca se ha de rehusar y al que, si alguno llegó en sus primeros años, no debe que­jarse más que el que hizo su travesía en seguida. Pues, como sabes, con uno juegan brisas suaves, lo entretienen y lo cansan con el tedio de una tranquilidad lentísima; a otro lo arrastra con mucha rapidez un viento pertinaz.

- 4. Pien­sa que a nosotros nos pasa lo mismo: a unos, la vida los llevó velocísimamente a donde se había de llegar aunque se retrasaran; a otros los agotó y los atormentó. Y, como sabes, ella no se ha de retener siempre; pues no es cosa buena el vivir, sino el vivir bien. Así, pues, el sabio vivirá cuanto debe, no cuanto puede: verá dónde ha de vivir, con quiénes, cómo, qué ha de hacer.

- 5. Piensa siempre en la cualidad, no en la cantidad de la vida; si se presentan mu­chas cosas molestas y perturban la tranquilidad, se sale él mismo de la vida. Y no hace esto solamente en la fase última de la vida, sino tan pronto como empieza a vislumbrar la fortuna, examinar con diligencia si se ha de acabar de vi­vir. Cree que no le importa darse el fin o recibirlo, que se haga más tarde o más pronto; no lo teme como [si se tratara] de un gran desastre. Nadie puede perder mucho por lo que se va gota a gota.

- 6. No tiene importancia morir más pronto o más tarde; tiene importancia el morir bien o mal, mas el morir bien es huir del peligro de vivir mal. Así, juzgo como muy afeminada la voz de aquel rodio (natural de Rodas) que, habiendo sido arrojado por un tirano a una covacha, siendo alimentado como un animal feroz, dijo a uno que aconsejaba que se abstuviera de comer: «Todo puede esperar un hombre mientras vive.»

-7. Para que esto sea verdad no debe comprarse la vida a cualquier precio. Ciertas cosas, aunque sean grandes, aunque sean seguras, no llegaré a ellas, sin embargo, por medio de una confesión de debilidad vergonzosa. ¿Puedo yo pensar que la fortuna puede todo en el que vive, más bien que no puede nada el que sabe morir?

- 8. No obstante, algunas veces, incluso si una muerte segura está cerca de un sabio y sabe que se le tiene preparado un suplicio, no se dará la muerte mismo, lo soportará. Es una necedad el morir por el miedo a la muerte: viene el que tenga que matarte; espéralo. ¿Por qué te anticipas? ¿Por qué te tomas la gestión de la crueldad ajena? ¿Envidias a tu verdugo o le tienes consideración?

- 9. Sócrates pudo dejarse morir de hambre y morir más bien por falta de alimento que por el veneno; sin embargo, pasó treinta días en la cárcel y en espera de la muerte, no con la idea como si recibiera muchas esperanzas de que pudiera suceder todo y de un tiempo tan prolongado, sino para someterse a las leyes, para dar a sus amigos la posibilidad de que gozasen de los últimos días de Sócrates. ¿Qué era más necio que despreciar la muerte, temer el veneno?

-10. Escribonia, severa matrona, fue tía de Druso Libón, adolescente tan necio como noble, que esperaba cosas superiores a las que nadie podía esperar en aquel siglo, o él en ninguno. Habiendo sido sacado en litera del Senado y no con gran cortejo ciertamente -pues todos los parientes y amigos le habían abandonado sin piedad, no ya como a un reo, sino como a un cadáver-, empezó a deliberar si se daría muerte o la esperaría. Y Escribonia le dijo: « ¿Por qué te deleita realizar el trabajo de otro?» No le conven­ció; se dio él mismo la muerte, y no sin causa. Pues si vi­vía, al tercer o cuarto día, habiendo de morir al arbitrio de su enemigo, hizo el trabajo del otro.

- 11. Así, no Puedes decidir sobre el asunto de modo general, cuando una fuerza externa nos anuncia la muerte, sobre si debe anticiparse o esperarse; pues existen muchas circunstancias que pueden inclinarte a una u otra parte. Si una muerte es con tormento y otra es simple y fácil, ¿por qué no has de poner tu mano sobre ésta?. Del mismo modo que puedo elegir una nave para navegar y una casa para habitar, así una muerte para salir de la vida.

-12. Además, a la manera de que no es mejor una vida más larga, así es peor una muerte más larga. En ninguna cosa más que en la muerte debemos satisfacer nuestros deseos. Salga por donde tomó su decisión: ya escoja el hierro, ya el nudo corredizo o alguna bebida que penetre en las venas, adelante y rompa las cadenas de la esclavitud. Cualquiera debe aprobar la vida para los demás, la muerte para uno mismo; la mejor muerte es la que agrada.

- 13. Son necios estos pen­samientos: «Alguno dirá que he obrado con poco valor; alguno, con temeridad excesiva; alguno, que había otra clase de muerte más valerosa.» Debes pensar que en tus manos está esa decisión en la que la opinión pública nada tiene que ver. Mira una sola cosa, el sustraerte lo más rápidamente posible de la fortuna; de lo contrario habrá quienes opinen mal de tu acción.

-14. Encontrarás tam­bién a quienes profesen la sabiduría que digan que no debe atentarse contra la vida y que juzguen contra derecho di­vino hacerse el matador de sí mismo; que debe esperarse la salida que la naturaleza decretó. El que dice esto, no ve que él cierra el camino de la libertad. Nada mejor ha hecho la ley eterna que el habernos dado una sola entrada para la vida y muchas salidas.

-15. ¿Tengo yo que esperar la crueldad de una enfermedad o de un hombre, cuando puedo evadirme por entre los tormentos y disipar las adversidades? La única cosa porque no podemos quejamos de la vida es esto: no retiene a nadie [por la fuerza]. Las cosas hu­manas están en un punto bueno porque nadie es desgraciado sino por sus vicios; si te agrada, vive; [si] no te gusta, pue­des volver allí de donde viniste.

-16. Muchas veces, para quitarte el dolor de cabeza, te sangraste; para extenuar el cuerpo, se abre una vena; no es necesario el desgarrarse las entrañas con una gran herida; con una lanceta se abre el camino a aquella gran libertad, y la seguridad consta de un pinchazo. ¿Qué es, Por lo tanto, lo que nos hace pere­zosos e incapaces? Ninguno de nosotros piensa que alguna que alguna vez uno mismo tiene que salir de este domicilio; así, la complacencia del lugar y la costumbre, incluso ante las comodidades, retiene a los antiguos inquilinos.

-17. ¿Quieres libre en contra de este cuerpo? Habítalo como el que ha de emigrar. Piensa que alguna vez has de carecer de esta camaradería; serás más fuerte para la necesidad de salir. Pero ¿cómo llegará su fin a la mente para los que desean todas las cosas sin fin?

-18. La meditación de ningun­a cosa es tan necesaria, pues las otras cosas puede suceder que se ejerciten en vano. El alma está preparada contra la pobreza: las riquezas han permanecido. Nosotros estamos armados para despreciar el dolor. La felicidad de cuerpo íntegro y sano no exigirá nunca de nosotros el ejercicio de esta virtud. Para soportar valerosamente la añoranza de los que hemos perdido, nos hemos aleccionado pensando que la fortuna nos ha conservado incólumes a todos a los que amábamos. Llegará el día que nos exija aplicación de esta única cosa [la de morir].

-19. No tienes que pensar que tan sólo los grandes hombres tuvieron esta fortaleza con la que rompieron las cadenas de la escla­vitud humana; no tienes que pensar que esto no podía rea­lizarlo sino Catón, el cual con su mano arrancó el alma que no había sacado con el hierro. Hombres de la más humilde condición salieron hacia la seguridad con un esfuerzo inmenso y, no habiendo podido morir convenientemente ni elegir a su arbitrio los instrumentos de muerte, tomaron cualesquiera que les presentaron y con su fuerza convirtieron en tiros mortíferos cosas que no eran mortales por naturaleza.

20. Hace poco tiempo, en el circo de fieras, uno de la Germania, estando preparándose para el espectáculo matinal, se apartó para una necesidad fisiológica, único lugar al que se les permitía ir sin guardián, y una vez allí, 'cogiendo el palo al que estaba adherida la esponja para secarse, se lo introdujo todo en la garganta y salió su espíritu por entre sus fauces cerradas. Esto fue hacer una afrenta a la muerte. Así en verdad: poco delicada y poco decente fue esta forma. ¿Qué hay más necio que el morir con repugnancia?

- 21. ¡Oh varón fuerte!, ¡oh varón digno, de que se le diese la elección de morir! ¡Con qué valor él hubiese hecho uso de la espada!, ¡con qué decisión se hu­biese arrojado a lo profundo del mar o al fondo de un precipicio! Privado de todo medio, encuentra cómo debía facilitarse la muerte y el arma, para que sepas que no existe, para morir, otra demora que la voluntad. Júzguese, como a cada uno le ha parecido, sobre el hecho de un hombre muy valiente, mientras conste esto: que debe pre­ferirse la muerte más grosera a la esclavitud más ele­gante.

- 22. Ya que empecé a hacer uso de ejemplos sór­didos, continuaré, pues cada uno exigirá más de sí si ve que la muerte puede ser despreciada incluso por los hom­bres más despreciables. A los Catones, a los Escipiones y a otros, de los que estamos acostumbrados a oír hablar con admiración, creemos que están situados sobre la imitación; ya demostraré yo que esta virtud tiene tan gran cantidad de ejemplos en el juego de las bestias como entre los cau­dillos de la guerra civil.

- 23. Recientemente, al ser con­ducido uno entre los guardias a un espectáculo matutino, cabeceando como si le estuviera venciendo el sueño, bajó la cabeza hasta que la tuvo entre los radios de la rueda y se mantuvo firme en su asiento hasta que el movimiento de la rueda le cortó el cuello: huyó de la pena en el mismo vehículo en el que a ella era llevado.

- 24. Nada le impide al que desea lanzarse y salir: la naturaleza nos guarda en una cárcel abierta; al que se lo permita su necesidad, trate de obtener una salida suave; el que tenga a mano muchos más medios por los que se libere, haga su selección y con­sidere con el que se libere preferentemente; el que tenga difícil la ocasión, coja él la más a mano como la mejor, aun­que sea extraña, sin precedentes. No le faltará ingenio al que no le falte decisión.

- 25. ¿Ves como también los más abyectos esclavos, cuando el dolor los aguijonea, se estimu­lan y engañan a los más celosos guardianes? Es un gran hombre el que no sólo se impuso la muerte, sino que la encontró. Te he prometido muchos ejemplos de una misma función.

- 26. En el segundo espectáculo de la Naumaquia, uno de los bárbaros se hundió en la garganta la lanza que había recibido [para lanzarla] contra sus enemigos. « ¿Por qué, por qué -dice- no huyo al instante de todo tormento, de todo escarnio? ¿Por qué yo espero la muerte estando armado?» Tanto más bello fue este espectáculo cuanto los hombres aprenden más noblemente a morir que a matar.­

-27. ¿Qué, pues? Lo que tienen las almas perdidas y culpa­bles, ¿no lo tendrán aquellas a las que preparó para estos azares una larga meditación y la razón, maestra de todas las cosas? Ella nos enseña que son varios los caminos para [ir a] la muerte, el mismo final, más que nada interesa de dónde proviene lo que llega.

- 28. Aquella misma razón advierte que mueras como puedas, y cualquier cosa que te presente te la apropies para inferirte violencia. Es afrentoso vivir de lo robado, pero, por el contrario, es casa muy bella morir de lo robado.


-Fenomenología del duelo y de la aflicción anímica en relación al duelo por una pérdida afectiva.


Cartas estoicas para consolar el duelo, y evitar la melancolía.

Epístola consolatoria a su amigo Lucilio, por la pérdida del amigo Flaco.

Séneca a su Lucilio: ¡Salud!

Llevo mal el fallecimiento de Flaco, tu amigo, pero no quiero que tú te duelas más de lo justo. El que no te duelas, difícilmente me atreveré a exigírtelo, y eso que sé que es mejor. ¿Pero a quién le tocará esa firmeza de ánimo, si no es a alguien ya muy elevado por encima de la fortuna? In­cluso a ése le pellizcará ese suceso, pero sólo le pellizcará.

A nosotros, sin embargo, se nos puede perdonar que nos hayamos deslizado en las lágrimas, si no corrieron en de­masía, si nosotros mismos las cortamos.

Ni estén secos los ojos por la pérdida de un amigo ni manen a borboto­nes; se deben verter algunas lágrimas, no llorar sin tregua.

¿Te parezco imponer una dura ley, cuando el más grande de los poetas griegos concedió el derecho de llo­rar solamente por un día, cuando contó que incluso Nío­be había pensado en la comida1?

¿Buscas el origen de las lamentaciones, el origen de los llantos desmedidos? Por las lágrimas buscamos argumentos de la añoranza y no seguimos al dolor sino que hacemos alarde de él; nadie está triste para sí. ¡Oh infeliz necedad! Incluso del dolor hay una cierta ambición.

« ¿Entonces, qué? -dices-, ¿me olvidaré de mi amigo?»

Una breve memoria le prometes en tu corazón, si ha de permanecer unida con el dolor: muy pronto cualquier suceso fortuito moverá ese semblante tuyo a la risa. No retraso más el momento en que toda añoranza se calma, en que incluso los lutos más punzantes remiten: tan pronto como dejes de observarte desaparecerá esa ima­gen de tristeza.

Ahora tú mismo eres el custodio de tu do­lor, pero también se escurrirá del que lo custodia y tanto más rápido cesa cuanto más punzante es.

Procuremos que el recuerdo de los seres perdidos resulte gozoso para nosotros. Nadie vuelve de buen grado a aquello en lo que no va a poder pensar sin tormento, a la par que también es necesario que suceda aquello, el que se nos presente con alguna punzada el nombre de los seres queridos que hemos perdido; pero esa punzada tiene también su placer.

Pues, como solía decir nuestro Átalo (2) «así es gozosa la memoria de los amigos difuntos, como son algunos frutos suavemente ásperos, como en el vino demasiado viejo su misma amargura nos deleita; pero cuando pasa un cierto espacio de tiempo, todo lo que nos oprimía se extingue y llega hasta nosotros un placer puro».

Si le damos crédito a aquél, «pensar en los amigos incólumes es saborear miel y panal: el recuerdo de aquellos que han sido agrada no sin una cierta acerbidad. ¿Pero quién ne­garía que también esos alimentos picantes y que entra­ñan algo de aspereza estimulan el estómago?».

Yo no ten­go el mismo sentir: para mí la evocación de los amigos difuntos es dulce y suave; los tuve, en efecto, como si los fuera a perder, los perdí como si los siguiera teniendo.

Haz, por tanto, mi Lucilio, lo que conviene a tu equi­dad, deja de tergiversar un beneficio de la fortuna: te lo quitó, pero te lo dio. Disfrutemos por eso ávidamente de los amigos, porque es incierto durante cuánto tiempo podemos hacerlo.

Consideremos cuántas veces los he­mos dejado para emprender un largo viaje, cuántas veces aun viviendo en el mismo lugar no los hemos visto: com­prenderemos que con ellos en vida nosotros hemos per­dido más tiempo.

¿Pero soportarías a estos que tienen a sus amigos totalmente abandonados, los lloran desdi­chadísimamente y no aman a nadie si no lo perdieron? Y entonces se afligen escandalosamente por eso, porque te­men que resulte dudoso si los han amado; buscan tardías señales de su afecto.

Si tenemos otros amigos, los tratamos y valoramos mal, ya que poco sirven como consuelo del entierro de uno solo; si no los tenemos, una mayor injuria nos causa­mos a nosotros mismos que la que hemos recibido de la fortuna: ésta nos quitó a uno solo, nosotros a todos los que no hemos hecho. Además, ni siquiera a uno solo amó bastante quien no pudo amar más que a uno solo.

¿Acaso no te parecería tontísimo si alguien, despojado tras per­der su única túnica, prefiriera lamentarse a considerar atentamente cómo podría evitar el frío y encontrar algo con que cubrir sus espaldas? Has enterrado al que ama­bas: busca a quién amar.

Es mejor poner a otro amigo en su lugar que llorar.

Sé que ya está muy trillado esto que voy a añadir, pero no lo omitiré precisamente por eso, porque ya ha sido di­cho por todos: con el tiempo encuentra el fin de su penar también aquel que no lo había puesto con una decisión suyas.

Pero en un hombre prudente es el más torpe reme­dio de la aflicción el cansancio de afligirse: prefiero que abandones el dolor a que seas abandonado por él; y deja cuanto antes de hacer esto que, incluso si quisieras, no podrás hacerlo por más tiempo. (3)

Nuestros antepasados establecieron para las mujeres el plazo de un año para guardar luto, no para que guardaran luto durante tanto tiempo, sino para que no lo hicieran por más tiempo: para los varones ningún tiempo es legítimo, porque nin­guno es honesto.

No obstante, ¿a cuál de entre aquellas mujercillas a duras penas apartadas de la pira, a duras penas arrancadas del cadáver, me podrás citar cuyas lá­grimas hayan durado un mes entero?

Ninguna cosa vie­ne a dar en odio más pronto que el dolor, el cual, cuando es reciente, encuentra consolador y atrae a algunos hacia sí, pero, cuando inveterado, es objeto de burlas, y no in­merecidamente, pues o es simulado o tonto.

Eso te escribo yo, que lloré a mi queridísimo Anneo Sereno tan inmoderadamente que, bien a mi pesar, figu­ro entre los ejemplos de aquellos a los que venció el dolor.

Pero hoy condeno mi comportamiento y entiendo que la causa más importante de tal pesar fue para mí el que nunca había considerado que él podía morir antes que yo. (4) Sólo se me ocurría esto, que él era más joven y mucho más joven -¡como si los hados observaran un or­den! Pensemos, así pues, asiduamente en la condición mortal tanto nuestra como de todos a los que amamos.

Entonces yo debí decir: «mi Sereno es más joven: ¿qué importa a estos efectos? Debe morir después de mí, pero puede hacerlo antes de mí». Como no actué así, la fortuna súbitamente me golpeó desprevenido.

Ahora considero que todas las cosas no sólo son mortales sino también mortales según una incierta ley: hoy puede suceder cual­quier cosa que alguna vez puede suceder. (5)

Por lo tanto, queridísimo Lucilio, consideremos que nosotros pronto llegaremos allí donde nos afligimos de que aquél ya haya llegado; y que tal vez, si es verdadera la tradición de los sabios y nos acoge allí algún lugar, el que creemos que ha perecido ha sido enviado delante?

¡Que estés bien!

(1) Iliada. Homero.

(2). Filósofo estoico, maestro del joven Séneca. También en las pri­meras consolaciones (cf. Marc. n. 97 y Poi. n. 43) obraban ya estas recomendaciones de Séneca (§§ 3-11) sobre el aprovechamiento del presente y sobre la actualización gozosa del pasado, recordando con dulzura a los seres queridos perdidos, como ya proponía una sen­tencia de Epicuro (lo que no debe confundirse con la búsqueda del placer en el dolor, preconizada por el epicúreo Metrodoro y dura­mente criticada por Séneca en la Ep. 99.25-29).

(3) Sobre ese tópico y sobre la referencia, en el siguiente párrafo, al tiempo de luto establecido en Roma (comparación empleada como argumento consolatorio, sin comportar propiamente una indica­ción sobre el momento oportuno del consolar, pues Séneca no pre­cisa en ningún lugar el tiempo exacto que se debe conceder a la pri­mera conmoción, antes de abordar el consuelo), v., p.e., Mare. 7-8; Helv.1.2; 16.1;Pol. 18.4;Ep. 99.1 y33.

(4). Cierra así la carta esa doble confesión de Séneca, esto es, la confi­dencial referencia a sus abundantes lágrimas por A. Sereno y el con­siguiente reconocimiento de no haber asimilado total y personal­mente aquella premeditación de los males futuros, que tantas veces recomendó a los demás -como él mismo recuerda a sus amigos mo­mentos antes de morir, según indica Tácito (Ann. XIV.62)-, insis­tiendo precisamente en su universalidad y certeza absolutas (“cual­quier mal nos puede, o mejor, nos va a suceder”: cf. Marc. nn. 31 y 33 Y Polo n. 17).

(5). Sobre este argumento consolatorio de la pervivencia del alma en el más allá, aducido muchas veces por Séneca (aunque a menudo, como aquí, con alguna reserva) y desarrollado con gran deteni­miento en otros lugares (cf. Marc. n. 77). Ver también Sobre la vejez. “el alma es inmortal” de Ciceron.

Sentencias de Epicureo sobre la muerte y ausencia del duelo. Epicuro: (341 a.C. –Atenas-, 270 a.C).

-¿la muerte?: "La muerte, temida como el más horrible de los males, no es, en realidad, nada, pues mientras nosotros somos, la muerte no es, y cuando ésta llega, nosotros no somos".

- Carta a Meneceo, 125. "¿Por qué temer a la muerte, si mientras existimos, ella no existe y cuando existe la muerte, entonces, no existimos nosotros?"

-¿Dioses? -se preguntaba Epicuro- “Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo sé ni tengo medios para saberlo. Pero sé, porque esto me lo enseña diariamente la vida, que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros».

-¿el placer?. “El placer es el principio y el fin de una vida feliz”. (Carta a Meneceo, 128)

¡El miedo a la muerte¡ (y la consiguiente aspiración a una prolongación indefinida de la vida) como poseedor de violento poder de turbación.

“En vano hace sufrir” (Epicuro en carta a Meneceo), La mayoría teme a la muerte como “el más estremecedor de todos los males”. El razonamiento filosófico, tiene como misión “ahuyentar las creencias de las que nacen la mayor parte de las turbaciones que se apoderan del alma” (terapia filosófica contra el temor a la muerte)

« El correcto conocimiento de que la muerte no es nada para nosotros hace placentera la mortalidad de la vida, no porque añada un tiempo ilimitado, sino porque elimina el ansia de inmortalidad »


Bibliografía clásica de la practica de la “consolatio”.

Escritos consolatorios para el duelo. (Psicopatología clásica)

-La terapia del deseo. Teoría y práctica de la ética helenística. Autora: Martha C. Nussbaum Ed. Paidos 2003.

-Escritos consolatorios. Cartas a Lucilio. Autor: Séneca. Alianza Editorial 2008.

-Sobre la vejez. (Cato maior de senectute) y Sobre la amistad. Ciceron. Clásicos Roma. Alianza Ed.

-“Meditaciones”. Marco Aurelio. Clásicos de Grecia y Roma. Alianza Editorial.

- La consolación de la filosofía (De consolatione Philosophiae)

De Boecio: (480-524). Alianza editorial. 2008.

- Los filósofos presocráticos. Editorial Gredos, Madrid 1978.

-Epicuro. Exhortaciones, y “sobre el placer y la felicidad”. (Varias ediciones)

“La muerte es una quimera, pues cuando yo estoy, ella no está; y cuando ella está, yo no."

-“La naturaleza de las cosa”. Lucrecio. Clásicos de Grecia y Roma. Alianza Ed.

-Sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir. Autor: Arthur Schopenhauer. Editorial Tecnos. 2006.

-En las cimas de la desesperación. E. M. Cioran. Tusquets editores.

-El mito de Sisifo. Albert Camus. En. Obras completas. Ed. Alianza Tres.

“el único problema filosófico verdaderamente importante, es decidir si vale la pena seguir viviendo, o afrontar la muerte”

Ver también los diálogos de Séneca. “de consolation”.

Seneca's Consolations

  1. Consolatio ad Marciam . Séneca intenta consolar a Marcia, esposa de Cremucio Cordo, un estoico republicano nada moderado que tuvo que suicidarse. Además, dos de los hijos de Marcia murieron tras el fallecimiento de su marido.

2. Consolatio ad Helviam matrem, escrita para consolar a su madre por su destierro en Córcega.

3. Consolatio ad Polybium, en ella, además de intentar consolar a Polibio ante las circunstancias, pide la condonación de su exilio.

Ver también los textos de Ciceron:

1. La consolatio y Tusculanae disputationes, tratado en cinco libros donde defiende la inmortalidad del alma y elimina los miedos a la muerte y al dolor. Consolatio de la muerte de su hija Tulia, donde defiende la inmortalidad del alma.

-La consolación como género literario. La oratoria del duelo.

-Historia clásica de la psicopatología del suicidio:

Dr. J.L. Día Sahún jldiasahun@gmail.com

Psiquiatra Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza.

Estudios de psicopatología descriptiva clásica y fenomenología.

¡¡ esto no está en el DSM-IV ¡¡