psicópatas hipertímicos - depresivos - inseguROS

Psicópatas hipertímicos - depresivos - inseguros y fanáticos, de K. Schneider.

Psicopatología de los trastornos de personalidad.

Docencia mir psiquiatría y pir psicología clínica.

Clasificación de las psicopatías.

Día 6 de abril 2009, Teruel: Trastornos de personalidad.

"Los psicópatas desalmados" de K. Schneider

Psicópatas hipertímicos_ depresivos_ inseguros y fanáticos.

Clasificación de las psicopatías.

De Kurt Schneider (1887-1967)

Breve repaso de su obra: Ejerció en Colonia, y cátedra de Heidelberg (hasta 1955).

Muy influenciado por K. Jaspers.

Método descriptivo, estudio de la sintomatología. A diferencia de Kraepelin.

-En 1.923: “Personalidades psicopáticas”. (Una Tipología estrictamente descriptiva).

-En 1.935: “Psicopatología de los sentimientos y de los instintos”

-En 1.946: “La psicopatología clínica”: Su obra más famosa, donde realiza la identificación de los síntomas de primer y segundo rango de la esquizofrenia.

(De Historia de la psiquiatría. De J. Postel Y Cl Quetel. Ed. FCE: México)

Ver: K. Schneider. Las personalidades psicopáticas. Ed. Morata. 8ª edición.

http://www.marietan.com/Psicopatia.htm

PSICOPATAS HIPERTÍMICOS.

Hipertimias y Estados de exaltación mental: La Manía.

Alusión a expresión griega. “distimia”. (ver Genio y Melancolía de Aristóteles). Términos equivalentes:

-“constitución psicopática hipertímica” de Ziehen: Perso nas con Ánimo alegre, temperamento sanguíneo e hiperactivos.

-“excitación constitucional” y “disposición maniaca” de Kraepelin.

- “eréticos” de Gruhle.

-“expansivos” y “formas de reacción expansiva” de Kretschmer.

Las personalidades hipertímicas son:

-Alegres, a menudo bondadosas, activas, equilibradas, optimistas inquebrantables, inconmovible a toda experiencia.

-Poco profundos y exactos, faltos de crítica e imprudentes, influibles, no muy fieles.

Según la Antropología de Kant. “temperamento sanguíneo del hombre de sangre ligera” Dice así:

«El sanguíneo da a conocer su naturaleza sensible en las siguientes manifestaciones: es descuidado y optimista; en el momento mismo, concede una gran importancia a cualquier cosa y, al momento siguiente, ya no es capaz de pensar en ella. Promete honradamente, pero no man­tiene la palabra, porque no ha meditado antes, con su­ficiente profundidad, si sería capaz de mantenerla. Es bastante bondadoso para prestar ayuda a los demás, pero es un mal deudor y pide constantemente nuevos plazos. Es un individuo socialmente agradable, chistoso y divertido; le es fácil no dar importancia a nada (vive la bagatelle¡), y es amigo de todos. Habitualmente, no es mala persona, pero sí un pecador difícil de conver­tir, el cual, sin duda, se arrepiente mucho de las cosas, mas olvida pronto este arrepentimiento (que nunca llega a ser una pesadumbre). Le fatigan sus quehace­res y, sin embargo, se ocupa incansablemente de todo lo que sea un simple juego, porque esto lleva consigo la variación y no es cosa de él la perseverancia.»

Parece cierto que la mayoría de los hipertímicos son corporalmente pícnicos. Son fáciles de reconocer en su expresión. Su conducta delata, a menudo, una cierta de­ficiencia de formación, una desenvoltura alegre, que llega fácilmente a la intimidad, y una ingenua confianza en sí mismos. Estas personalidades, casi siempre útiles, aptas, capaces de rendimiento y en pleno contacto con la realidad, han sido descritas del modo más gráfico por KRETSCHMER, entre sus individuos normales ciclo­tímicos, como «alegres parlanchines», «prácticos decidi­dos» y, los menos activos, como «humoristas tranqui­los», «sentimentales plácidos» y «sibaritas cómodos». Las variantes, dentro de lo anormal, son, especialmente, el «tipo hipo maníaco garboso» y el «camorrista mo­lesto». Del mismo modo, al describir nosotros los hipertímicos, tenemos a la vista, sobre todo, estas personalidades equilibradas; sin embargo, también conocemos otros hi­pertímicos. Son aquellos activos desapacibles, excita­dos, en los que el estado de ánimo alegre es menos marcado, por lo cual sólo se hallan al borde del tipo que nos ocupa. Entre los hipertímicos equilibrados y los excitados hay toda clase de transiciones. Los equi­librados son un tipo humano más frecuente y, también, mucho más unitario que los excitados. En lo sucesivo, pensaremos siempre, en primer lugar, en los hipertími­cos clásicos, equilibrados.

Especialmente como una forma de los pendencieros, penetran los hipertímicos en el círculo de las persona­lidades psicopáticas. A estos litigantes, en oposición a los litigantes aferrados a una causa única, por la que luchan a menudo durante toda la vida, se les llama también seudolitigantes. A consecuencia de su amor propio, casi siempre exagerado, no se resignan a nada; están siempre dispuestos a disputar y a protestar, pero muchas veces son conciliables y vuelven pronto a ser buenos amigos. No son propias de los litigantes hiper­tímicos puros la obstinación terca, la perseverancia rí­gida ni la lucha continuada por una misma finalidad. A veces también, como dice BLEULER, hablan muy for­malmente de sus enemigos.

Además, los psicópatas hipertímicos aparecen, no ra­ramente, bajo la forma de inconstantes. Somos de la opinión, con REICHMAN y KRAMER, de que los incons­tantes no forman, de ninguna manera, un grupo unita­rio de personalidades. Pertenecen a los tipos socioló­gicos, pero no a los psicológicos. Los hipertímicos son a menudo inconstantes, porque su temperamento san­guíneo, su confianza en sí mismos y su optimismo les arrastra y les hace olvidar con rapidez los buenos pro­pósitos y las lecciones, superficialmente asimiladas, de la propia experiencia. Esta inconstancia puede adoptar, también, el aspecto de la inestabilidad social.

Psicópatas hipertímicos: La propensión a darse importancia.

Una tendencia a la fanfarronería y al embuste, que no es raro ocupe totalmente el primer plano del cua­dro. Ya A. DELBRUCK menciona la presentación de la “pseudología fantástica” sobre fondo maníaco.

También para KRAEPELIN pertenecen aquí muchos seudólogos:

«La intensa desviabilidad de la atención y el espíritu emprendedor, el gran desasosiego e inquietud» hablan a favor de la predisposición maníaca.

«La tendencia a soñar despiertos, una actitud llena de dignidad, la capacidad de adaptación, un talento inventiva fecundo y fluyente, el aprovechamiento hábil de las debilidades humanas» hablan más a favor de los farsantes.

(Cita a: ASCHAF­FENBURG, ZIEHEN Y V. BAEYER, y comunicaciones so­bre pseudología fantástica en relación con la personalidad hipertímica.

Se sabe poco sobre las diferencias de los sexos. Se­gún parece, se ven con mucha más frecuencia hombres hipertímicos que mujeres; esto, sin embargo, puede de­pender, en parte, de la distinta posición social de los sexos.

BLEULER cree que, en las mujeres, tales caracte­res «emplearían más sus energías en reyertas familiares íntimas».

Tampoco se sabe mucho sobre la evolución durante el curso de la vida. Muchos hipertímicos apren­den, con el aumento de edad, a conocerse tanto, que toman precauciones y logran, por lo menos, disminuir la provocación de conflictos.

Los niños hipertímicos, so­bre todo si son débiles mentales, plantean exigencias extraordinarias a las personas que les rodean. Estos niños volubles siempre quieren algo nuevo; perturban en el colegio por su inquietud y agitación; son los incitadores de todas las travesuras, y tiranizan y torturan a los niños más formales. En el juego, son indómitos y desordenados. Hacen amistades con mucha rapidez, pero con la misma rapidez las rompen.

Refiere que H. SCHULTZ ha dedicado a estos niños un estudio minucioso.

(compárese con nuestro niños hiperactivos y con déficit atencional)

Ver trabajo de STUMPFL. Según K. Schneiner, este autor encontró, en el círculo hereditario de los criminales reincidentes, junto a desalmados y abúlicos, también hipertímicos; y con una presen­tación hereditaria de este tipo humano.

Los hipertímicos muestran numerosas relaciones con otros tipos de psicópatas, de los que hablaremos des­pués. Pueden tener rasgos de los necesitados de estima­ción, aunque las formas puras de ambos grupos son fáciles de diferenciar. Son más frecuentes los hipertími­cos explosivos; así, corresponde al tipo alborotador y camorrista hipertímico una cierta explosividad, pero hay también hipertímicos que no pierden por nada la serenidad.

También existen relaciones con la «oligofre­nia moral».

Trabajo de TILING: La moral insanity descansa «sobre un temperamento ex­cesivamente sanguíneo», lo cual, sin embargo, no es cierto en lo que se refiere a los desalmados puros, sino sólo en lo que afecta a semejantes hipertímicos incons­tantes y asociales.

H. SCHULTZ ha demostrado, en los niños, que el temperamento hipertímico puede estar incluido «en las más distintas estructuras caracteroló­gicas», incluso en la personalidad insegura de sí misma.

Evolución o transición: Desde los pendencieros hipertímicos se pasa, sin límites severos, a los litigantes «genuinos», en el sentido de los expansivos de KRETSCHMER.

Los pen­dencieros, que KRAEPELIN y otros erigen en una forma propia de psicópatas, tienen su puesto, casi siempre. entre ambos polos.

Así, pues, no se puede hablar, natu­ralmente, de una separación severa entre los «seudo­litigantes» pendencieros y los litigantes «genuinos», por muy distintos que sean, como tipos límites, el hiper­tímico pendenciero y el litigante fanático tranquilo.

Relación entre la paranoia y la hipertimia: ¿existe la paranoia hipertímica?. SPECHT quiso comprender a todos los paranoicos como hipomaníacos crónicos. Aunque se quiera hablar aquí de ideas delusivas, éstas llevarían «el sello, más bien, de equivocaciones inmediatamente originadas por el apasionamiento», y no se llegaría nunca a un sistema delirante.

La paranoia, en el sentido de KRAEPELIN, aunque tenga, en general, relaciones directas con determinadas per­sonalidades, surge precisamente de personalidades dis­tintas a las hipertímicas.

¿Qué sucede, y como se originan, los desarrollos paranoicos de los psi­cópatas expansivos y sensitivos?

Son numerosas las combinaciones con otros estados psicopatológicos. Así, por ejemplo, con la oligofrenia. El oligofrénico hipertímico es un tipo muy conocido y socialmente importante, que, a menudo, se encuentra también entre jóvenes abandonados. El modo de ser hipertímico puede ocultar la oligofrenia ante una mira­da superficial. Sobre todo en los niños, la animación hipertímica es considerada, frecuentemente, como una verdadera vivacidad espiritual.

A esta constelación, ya vista por LIEPMANN, la llamó BLEULER «imbecilidad relativa», aun­que sería mejor llamarla «oligofrenia relativa». No es la anomalía de la inteligencia la que hace fracasar a estos sujetos, sino el impulso optimista a la actividad, que les arrastra a situaciones para las que no están capacitados. Tales individuos, por tanto, no son oligo­frénicos en sí, sino «en relación» con las tareas, dema­siado elevadas, que les fija su personalidad hipertímica. Más tarde, fue borrado de nuevo este concepto por BUCHNER, en tanto que volvió a poner el acento sobre la inteligencia, en sí subnormal, aunque su defecto se halle encubierto por los buenos modales sociales, por la capacidad de aprender, por la habilidad y también, en ocasiones, por facultades literarias y estéticas. J. B. JOR­GER puso de relieve, en la imbecilidad relativa, la pro­funda conexión del exceso de actividad con el ánimo hipomaniaco, el pensamiento confuso y la pseudología. BLEULER ya había visto también el síndrome de la imbecilidad relativa en esquizofrénicos, (ver también a VAN DER HOEVEN)

La combinación con el alcoholismo es también bas­tante frecuente. Al hipertímico le hacen alcohólico las alegrías y las jactancias sociales, pero no la necesidad de alivio y de aturdimiento. Es comprensible, por tan­to, que permanezca alejado de la morfina y de los hip­nóticos.

Es importante la cuestión de si los psicópatas hiper­tímicos deben incluirse o no en la ciclotimia, en la locu­ra maníaco-depresiva. Mientras, antes, KRAEPELIN los in­cluía, junto con la «distimia constitucional», en los «estados patológicos originarios», últimamente fueron trasladados por él como.«predisposición maníaca», a la locura maníaco-depresiva, en lo que también le ha se­guido BLEULER.

¿los hipertímicos son o no maníacos crónicos? (bajo lo cual no comprendemos las fases maníacas no curadas, sino las personalidades hipomaníacas permanentes).

SIEFERT describió detenidamente, por primera vez, un caso semejante, complicado con alcoholismo; se tra­taba de un hipertímico, cantador de cuplés, que siem­pre había sido así y, sobre todo, jamás había tenido temporadas depresivas.

JUNG incluyó la distimia ma­níaca crónica en las inferioridades psicopáticas, aunque vio en ellas exacerbaciones de periodicidad insegura y breves depresiones.

Para SPECHT, por lo me­nos al principio, la manía crónica era una «forma de enfermedad absolutamente independiente».

NITSCHE. Este encontró, algunas veces, formas de hipomanía originaria y excitación constitucional de grado leve, existentes desde la juventud.

NITSCHE habla de una «constitución maníaca progresi­va». Por último, conoce estados hipomaníacos de una duración anormalmente larga, correspondientes a fases de locura circular.

Las razones que indujeron a KRAEPELIN a considerar la «predisposición maníaca», junto con la «predispo­sición depresiva», como grados previos de la locura maníaco-depresiva, consisten en que el 73 por 100 de sus circulares mostraron particularidades permanentes, ya fuese una predisposición depresiva, maníaca, irrita­ble o periódico-ciclotímica.

Para KRETSCHMER y HOFFMANN, el individuo ciclotímico normal, de colorido maníaco, tiene parentesco caracterológico y heredo-biológico con el hipomaniaco fásico.

-Estos hipertímicos sintónicos. El hecho de que el estado permanente hipertímico acostumbre man­tenerse siempre en los límites de lo hipomaniaco y de que estos hipertímicos, a pesar de ser tan frecuentes, sólo en muy raras ocasiones lleguen a tener fases maníacas o depresivas, habla a favor de que la identidad no es tan evidente como creen muchos.

Sólo la presen­tación de ligeras oscilaciones de intensidad no dice mu­cho; esto es propio de todas las psicopatías. STUMPFL no encontró, en el círculo hereditario de los hipertímicos, ninguna tendencia a oscilaciones del ánimo; V. BAEYER, entre las familias de sus farsantes, casi siempre hiper­tímicos, no encontró ninguna locura maníaco-depresiva, por lo menos manifiesta. La presentación, que se ob­serva en ocasiones, de intensos empeoramientos, y has­ta de depresiones, en el curso de la vida, son factores, por el contrario, que pueden interpretarse a favor de un parentesco con la ciclotimia.

-Entre los ciclotímicos de Kretschmer: “alagres parlanchines”, “prácticos decididos”. Variantes: “tipo hipomaniaco garbaso” y “camorrista modesto”. Activos desapacibles y excitados. Como pendencieros, penetran los hipertímicos en el mundo de las psicopáticas. Litiganges, también Pseudolitigantes, con amor propio alto, no se resignan, siempre dispuestos a protestar y disputar. A veces, conciliables y después buenos amigos.

-Distinguir de los clásicos litigantes: Los aferrados a causa única, con obstinación terca, perseveración rígida, lucha continua, por una única finalidad, a menudo durante toda su vida.

Inconstantes, con inestabilidad social. Los buenos propósitos y las acciones superficialmente asimiladas son olvidadas pronto.

Tendencia a la fanfarronería y el embuste, darse importancia, alta autoestima.

Puede llegar a la pseudología fantástica sobre fondo maniaco.

-Los enfermos procesales esquizofrénicos pueden mostrar semejanza con los psi­cópatas hipertímicos, sobre todo con la variante de los excitados. Frente a los hipertímicos equilibrados, el as­pecto de la alegría, que despierta la impresión de va­cuidad, puede aclarar la situación. Frente a los excita­dos, el diagnóstico diferencial puede ser muy difícil. Especiales dificultades diagnósticas frente a la esquizo­frenia crean ciertas muchachas hipertímicas, casi siem­pre abandonadas, tal como las ha descrito WEIGEL. Tam­bién entre los casos de JUNG y de NITSCHE se encuen­tran algunos casos sospechosos de esquizofrenia.

Citemos, asimismo, que también una parálisis inci­piente puede presentarse, en ocasiones, bajo la aparien­cia de una personalidad hipertímica. Pero, casi siempre, la desintegración de la personalidad o la demencia son ya muy claras, desde muy pronto. Los métodos médicos de investigación y la anamnesis facilitan el diagnóstico.

En la llamada manía senil existen relaciones, probablemente, con la personalidad primitiva. BOSTROEM cree, además, que la personalidad previa hipomaníaco-esté­nica no sólo influye patoplásticamente, configurando los síntomas, en las psicosis seniles, sino que tal disposi­ción representa, hasta un cierto grado, una protección para no caer en la demencia.-

De este modo, comprende las psicosis presbiofrénicas. También después de trau­matismos craneales y, sobre todo, después de la encefa­litis epidémica infantil, se ven cuadros hipertímicos. Es cierto que los hipertímicos encefalíticos «ágiles» no sue­len mostrar un ánimo verdaderamente alegre y que su inquietud motora tiene algo de impetuosa y de falta de dirección.

HEINZE separa severamente el síndrome del eretismo patológico en la infancia de la vivacidad diri­gida a un fin de los niños hipertímicos.

-Los síndromes hipertímicos agudos, que se presentan en las más distintas psicosis-como en la embriaguez alcohólica o en la fiebre-, no tienen ninguna importan­cia desde el punto de vista diagnóstico-diferencial.

Importancia social de los psicópatas hipertimicos. (cita a RITTERSHAUS)

De acuerdo con su modo de ser, los pendencieros, incons­tantes, inestables y seudólogos, se hacen a menudo cri­minales; son frecuentes las ofensas, las falsedades, las estafas y también los pequeños delitos de los vagabun­dos.

Los grandes crímenes son raros en los hipertími­cos puros; lo que persiguen éstos es la ganancia.

Caso clínico de REISS. Demuestra, de un modo muy bello, que las alteraciones de la personalidad pueden ser tam­bién aparentes. Un hipertímico había sido antes un co­merciante activo y vividor y, más tarde, se hizo un as­ceta. Pero ... «una farsa fue toda su existencia comercial y una farsa, también, todo su ascetismo». La impotencia sexual y la pérdida de la colocación y de los bienes fue­ron el motivo de este cambio. Su afán de gloria encon­tró nueva satisfacción en su actuación como profeta, siguiendo el espíritu dominante de la época. Se trataba de una simple «reforma de fachada». Son evidentes aquí los rasgos de la necesidad de estimación.

Entre los jóvenes abandonados se encuentran, a me­nudo, hipertímicos. En sus círculos desempeñan un gran papel, a menudo el de directores o jefes, por su actividad incesante y por su tendencia a intervenir en todo. En los establecimientos de asistencia, estos suje­tos son muy difíciles y temibles, sobre todo cuando, además, son explosivos y oligofrénicos.

Tratamiento de los psicópatas hipertímicos: Muchos de los hipertímicos en peligro social, sobre todo jóvenes, son a menudo fáciles de conducir, especialmente por deter­minadas personas.

El escucharles con paciencia, el di­rigirles con habilidad y con energía benévola, puede pre­venir muchos daños.

Por otra parte, es difícil con fre­cuencia obligarles a que se fijen en lo que se les pide. No prestan atención y quieren saberlo todo mejor que nadie.

No asimilan nada, pues todo lo que se logra en­señarles es olvidado de nuevo, en virtud de su tempe­ramento bullicioso, de su confianza en sí mismos y de su seguridad en el triunfo.

Incluso cuando, momentá­neamente, se consigue meterles en razón, su naturaleza, en la primera situación crítica, les arrastra de nuevo.

Es importante hacer todo lo posible por evitar las oca­siones que, en este sentido, puedan ser peligrosas.

2. PSICOPATAS DEPRESIVOS , según K. Schneider. Las personalidades psicopáticas

La elección de nombre no necesita aquí justificación. Se trata, en estas personalidades, de aquella «constante acentuación afectiva sombría de todas las experiencias vitales» con la que KRAEPELIN ha caracterizado la «pre­disposición depresiva», antes «distimia constitucional». Hablar sólo de «distimia constitucional» podría prestarse a confusiones, porque, como hace JUNG, se puede ha­blar también de distimia constitucional maníaca.

Así, pues, también aquí colocamos en el primer pla­no la anomalía del ánimo fundamental. Las relaciones entre este ánimo fundamental y una forma determinada de temperamento no son aquí tan íntimas como en los hipertímicos. Estos son con mucha más frecuencia sanguíneos que los depresivos flemáticos. Es cierto que los depresivos son casi siempre tranquilos, pero esto no tiene nada que ver con el reaccionar lento de los flemá­ticos.

Si nos atenemos, primeramente, a lo que tienen de común todos los depresivos, los veremos como indivi­duos con un concepto de la vida siempre pesimista o, por lo menos, muy escéptico. En el fondo, se niega la vida; pero, no obstante, se la rodea con una especie de amor no correspondido. Todo se toma demasiado en serio; falta la capacidad de la alegría inocente. De todo se ve el lado malo; no hay nada puro; todo está amar­gado y corrompido de alguna manera. El pasado apa­rece sin valor; el futuro, amenazante. Carecen de bríos y de confianza ingenua. Las cavilaciones les apartan de las tareas cotidianas y no les dejan reposar. Temores hipocondríacos, exámenes de conciencia, dudas sobre el sentido de la vida ... ; tales enemigos les acechan cons­tantemente. Las experiencias tristes son profundamente vividas y conducen a crisis; por el contrario, también, a veces, las miserias reales son apropiadas para arran­carles de sus cavilaciones torturadoras.

No siempre existen estas cosas en la superficie. El hipertímico no se oculta; el depresivo es, a menudo, di­fícil de reconocer. El depresivo puede parecer hiper­tímico, pero no el hipertímico depresivo. El depresivo no está siempre, externamente, taciturno y abatido; muchas veces, manifiesta una alegría y una actividad del tipo de la «manía por angustia» o de la «manía co­mo fuga», que no corresponde a ningún bienestar in­terno. Recuérdese, a este respecto, el dístico (poema) de HOLDERLIN, «Los bromistas»: «¿Siempre estáis jugando y bromeando? ... ¡No tenéis más remedio que hacerlo! ¡Oh amigos! Esto me llega al alma, porque sólo los desesperados se ven forzados a ello.»

Otros depresivos son, originariamente, celosos cumplidores de su deber, de una rigidez inflexible. Pero no les alegra ningún éxi­to y todo descanso trae consigo el peligro de que irrum­pan nuevamente los fantasmas ahuyentados.

HELLPACH ha hablado de caracteres análogos, bajo el nombre de «anfitimia». Conoce individuos ocupados en múltiples asuntos, activos, muy habladores, de ánimo sombrío y abrumados por constantes escrúpulos y cavilaciones so­bre las consecuencias de sus actos y el juicio del mun­do. Tales manifestaciones encubridoras y tales complicaciones se encuentran en la mayoría de los depresivos de un nivel mental particularmente elevado. También, frecuentemente, se ve desarrollar una tendencia a la va­nidad; la comparación con los que viven contentos y felices y el conocimiento de la sencillez, incluso de la simpleza, que suele caracterizar a éstos, lleva a los que sufren a considerar el sufrimiento como algo noble y a sí mismos como aristócratas.

Otros ven en el sufri­miento un mérito, que, lo mismo que su tendencia a reflexionar y a cavilar, la amargura de la vida terrenal y la íntima necesidad de ayuda, les conduce a un sólido refugio filosófico o religioso o les induce a buscarlo.

En su expresión, los depresivos son mucho menos homogéneos que los hipertímicos, sobre todo a causa de sus abundantes velos y máscaras. En muchos, el as­pecto y la mímica no delatan nada de su estado de áni­mo vital o tan sólo lo hacen en momentos inadvertidas de abandono y de fatiga. A veces, la escritura es la úni­ca delatora.

Su conducta respecto al prójimo es mucho más reservada, más silenciosa y, a veces, también más rígida que la de los hipertímicos.

No con mucha rareza, se encuentra, en los vestidos y en el modo de vivir, una cierta preocupación estética, que puede llegar hasta la presunción y que disimula el desconsuelo interior. Se atiende a lo pequeño, porque lo grande parece demasia­do problemático. Pero también se ven, entre los depre­sivos, figuras desaliñadas.

Un análisis más profundo de los depresivos encuen­tra, sobre todo, los siguientes tipos:

-Depresivos marcadamente melancólicos, como los descritos por KRETSCHMER, entre los ciclotímicos, bajo el nombre de tipo «de sangre pesada». Tales indi­viduos son blandos, bondadosos, delicados, llenos de comprensión y de indulgencia para los sufrimientos y las debilidades ajenas y, al mismo tiempo, tímidos y desalentados ante los acontecimientos y las tareas no habituales.

-Otros depresivos están más bien malhumorados. Son fríos y egoístas, gruñones y ensañados, irritables y cri­ticones e, incluso, malvados y malintencionados. Su pe­simismo frente a todas las cosas, y también frente a su propia suerte, tiene algo de fanático; se alegran, casi, cuando sufren nuevos fracasos, y tampoco desean para los demás nada bueno. Tales caracteres han sido desig­nados por KRAEPELIN como «predisposición irritable», Y por BLEULER, certeramente, como «distimia irritable». Son los «eternos descontentos y resentidos» de ASCHAF­FENBURG.

-Depresivos con rasgos paranoides. Con el adjetivo pa­ranoico o paranoide suele comprenderse dos cosas dis­tintas: por una parte, la tendencia a la delusión o, en general, a la sintomatología delusoide (en el mismo sen­tido en que se habla de una psicosis paranoide); y, por otra parte, de un modo más estricto, la actitud descon­fiada, con propensión a las autorreferencias. Nosotros aquí tomamos como base la segunda significación. No diferenciamos ningún grupo propio de psicópatas para­noides, en lo que también nos ha dado la razón una investigación de KOLLE. Hay depresivos paranoides lo mismo que inseguros de sí mismos paranoides o faná­ticos y litigantes paranoides.

No se sabe nada sobre las diferencias de los sexos.

También aquí, las formas más acentuadas parecen per­tenecer al sexo masculino. Se sabe poco, asimismo, so­bre la curva del curso durante la vida.

Ya en los niños se encuentran, sin duda, rasgos de personalidades de­presivas de toda índole. PIEPER ha descrito tales depre­siones constitucionales en los niños y encontró tanto la variante melancólica como la malhumorada. La época de la pubertad parece ser especialmente rica en crisis. Muchas veces, en el curso ulterior de la vida, parece perder su fuerza la predisposición depresiva, al menos la forma melancólica, mientras que sucede más bien lo contrario en los depresivos malhumorados y paranoi­cos. Sobre la herencia faltan todavía investigaciones es­peciales.

Las relaciones con otros grupos de psicópatas son múltiples. La separación de los inseguros de sí mismos -sensitivos y anancásticos-es totalmente imprecisa

La angustia y la inseguridad vital de los depresivos no está necesariamente unida a una interna inseguridad de sí mismos. También son íntimas las relaciones con los asténicos. Los depresivos malhumorados, a menudo ira­cundos, tienen relaciones con los explosivos y, también, con los desalmados y los lábiles de ánimo. También existen relaciones con aquellos hipertímicos excitados, que no poseen ya ninguna base afectiva positiva. Los paranoicos, por último, conducen insensiblemente al grupo de ciertos fanáticos, por muy grande que sea la diferencia entre ambos polos: entre el fanático lucha­dor y el depresivo inactivo con ideas de autorreferencia.

. También es frecuente, en los depresi­vos, el alcoholismo. Muchos, cuando han probado este remedio, se consuelan con él. Parece raro, en cambio, que lleguen a hacerse morfinistas (POHLISCH).

REISS investigó detenidamen­te, de si deben o no incluirse estas personalidades de­presivas en la ciclotimia o locura maníaco-depresiva. KRAEPELIN ha afirmado esto últimamente, pero tiende a excluir, sobre todo, los casos con estados de angustia y temores circunscritos. No se sabe nada sobre las bases somá­ticas comunes de las personalidades depresivas y de las depresiones endógenas. Desde el punto de vista psico­lógico, quisiéramos afirmar, con más seguridad todavía que en la cuestión de las relaciones entre los hipertími­cos y la manía, que la mayoría de las formas de psico­patía depresiva son totalmente distintas de las depre­siones endógenas. En efecto, una personalidad hipertí­mica se parece a un hipomaníaco mucho más y con más frecuencia que cualquier forma de personalidad depre­siva a un depresivo endógeno. Dificultades diagnóstico­ diferenciales surgen especialmente cuando un individuo depresivo sufre fuertes oscilaciones del ánimo no moti­vadas, es decir, depresiones básicas.

Es muy raro que ofrezca dificultades la diferencia­ción entre los depresivos malhumorados y paranoicos y los enfermos procesales esquizofrénicos. Nos limitare­mos a mencionar que, también después de heridas cra­neales, en los procesos cerebrales y en las enfermedades corporales de todo género, se encuentran cuadros se­mejantes, sobre todo depresiones con mal humor e irri­tabilidad. Tales cuadros depresivos inespecíficos se pre­sentan, realmente, en todas partes.

La importancia social de los depresivos es pequeña.

También los depresivos malhumorados y los depresivos paranoicos son, casi siempre, sujetos pacíficos, que no significan nada intensamente perjudicial para la gene­ralidad, por mucho que puedan molestar a individuos aislados. Sólo en sus variedades totalmente asténicas pueden ser los depresivos una carga para los hospitales y para la asistencia pública. Sin duda, en su mayor par­te, son socialmente valiosos, sobre todo los depresivos cumplidores de su deber, duros consigo mismos y no quejumbrosos y los filántropos taciturnos.

Muchas bellas artes, sobre todo la poesía, tienen una de sus fuentes de inspiración en las luchas de un alma que sufre y se tortura a sí misma. Tales circuns­tancias, sin embargo, son muy complejas; HINRICHSEN, que ha estudiado con mucho interés y con mucha pe­netración las relaciones entre psicopatía y creación ar­tística, insiste, con razón, en que de ninguna manera la distimia depresiva misma conduce, de un modo inme­diato, al trabajo creador. Son esenciales la agitación interna y la emoción profunda, dependientes de la acti­tud fundamental depresiva; pero, naturalmente, no se puede derivar la propia facultad artística de la con­templación del mundo a través del prisma vital -depre­sivo. Para todas estas manifestaciones es necesario que no predominen demasiado o, en todo caso, que no predominen constantemente las tendencias asténicas, las cuales sólo conducen a torturas infructuosas.

KOCH dice, refiriéndose a los «apocados»: «De las dificultades y las luchas internas que sufren, no pueden hacerse idea muchos hombres felices.» La tarea de auxi­liarles es de las más fructíferas. Sólo ya el dejarles ha­blar detenidamente, puede reportarles mucho beneficio. Es verdad que los depresivos pertenecen, precisamente, a los psicópatas vergonzosos, que no se explayan con facilidad. El mejor amigo de tales hombres es el tra­bajo, y se hará muy bien en utilizar, con habilidad, este método.

3. PSICOPATAS INSEGUROS DE SI MISMOS: según psicopatías de K, Schneider.

Comprendemos bajo este nombre un grupo de psi­cópatas que está caracterizado por la interna inseguri­dad e insuficiencia. Dos subformas, transformables una en otra: los sensitivos y los anancásticos.

-1) Los sensitivos : no se trata de in­dividuos sensibles, irritables y quejumbrosos, sino per­sonalidades sensitivas en el sentido estrictamente seña­lado por KRETSCHMER. La «retención consciente de grupos de representaciones in­tensamente afectivas, con una viva actividad intrapsíqui­ca y una defectuosa capacidad de derivación»; esto es, a aquellos sujetos con capacidad de impresión aumen­tada para todas las vivencias y con imposibilidad de descarga. Esta elaboración «retenedora» de todas las vivencias esté totalmente dirigida contra el propio. Inseguro de sí mismo, el sensitivo busca en sí, antes que nada, la culpa de todo acontecimiento Y todo fracaso. En las personali­dades más asténicas, puede obtenerse una paciente re­signación; en las más esténicas, se originan terribles luchas. A los verdaderos sensitivos les corresponden rasgos esténicos; por cierto, bajo la forma de una am­bición pretenciosa. Esta ambición es frecuentemente ética; tales individuos no se perdonan nada, mientras que, muchas veces, perdonan todo a los demás. Esta forma ética, la de los «escrupulosos morales» (KOCH), fue colocada por KRETSC H MER en el primer plano, y parece conveniente reservar sólo para ella el nombre de sensitivos. Pero los escrúpulos y los sentimientos de insuficiencia de los psicópatas inseguros afectan tam­bién, frecuentemente, al rendimiento profesional, a la posición social y al aspecto corporal (1). Tampoco aquí puede llegarse a graves autotorturas más que cuando existe la correspondiente ambición.

Son frecuentes, sobre todo, los conflictos éticos sexuales. A la tendencia ética del carácter sensitivo-por lo demás, también del anancástico parece oponerse, con cierta frecuencia, y en agudo contraste, una anoma­lía cualitativa o cuantitativa del instinto sexual.

En un trabajo mío (B. LLOPIS: «sobre las reacciones pa­ranoides de lo sordos», Arch de Neurobiol., t. XIII, pág. 117, 1933), he mostrado cómo también la sordera es decir, un de­fecto funcional orgánico-, cuando es padecida por una perso­nalidad sensitiva, puede vivirse como una «insuficiencia vergon­zosa» Y dar lugar a una reacción sensitiva de autorreferencia, en la que el sujeto tiende a creer que todos los gestos, las risas y las conversaciones ajenas hacen alusión despreciativa o burlesca al propio defecto sensorial. Creo que sólo en estos casos, en los que la propia sordera forma el núcleo del contenido de la reacción, puede hablarse de reacciones paranoides de los sor­dos. He propuesto, por ese motivo, que en lugar de hablar, con KRAEPELIN, de una «de­lusión de persecución de los sordos», se hable de una «delusión sensitiva de los sordos», (N. del T.)

Las fantasías sexuales más desordenadas, a menudo de ín­dole perversa, asientan, como cuerpos extraños, en tales almas y conducen a intentos desesperados de represión, a breves victorias, a nuevas derrotas, a vergüenzas y a desesperaciones. Nada de esto suele presentirse desde fuera, porque casi nunca se realizan tales tendencias.

Estas vergüenzas interiores y estos fracasos éticos se asocian también a veces, sobre todo en las mujeres, a vivencias. externas. Puede tratarse simplemente, sobre todo en círculos regidos por severas normas éticas y religiosas, de una pequeña incorrección-insignificante y hasta risible para otros en las relaciones con un pariente del sexo contrario. Un apretón de manos demasiado prolongado, una mirada demasiado afectuosa, un giro demasiado familiar en una conversación, etcé­tera, conducen a preocupaciones y mortificaciones, de las que sólo son capaces las personalidades sensitivas inseguras de sí mismas. KRETSCHMER ha mostrado estas circunstancias con el ejemplo de la solterona que vive en un ambiente reducido. Frecuentemente, se obtienen coloridos paranoicos: los autorreproches, de acuerdo con la ley de la «proyección afectiva» (KRETSCHMER), se transforman fácilmente en un notar y saber del mundo externo.

El “onanista sensitivo” es el ejemplo más co­rriente. Por lo demás, no es indispensable que a una tal vivencia reactiva de autorreferencia corresponda un carácter sensitivo. Hay no sólo una «delusión» sensitiva de autorreferencia, sino también, en general, una delu­sión reactiva de autorreferencia. (Ver: “Delirio sensitivo de relación, de referencia, de Kretschmer” ) Por un terror pánico pueden desarrollarse, en ocasiones. vivencias delusivas agudas de autorreferencia. Nosotros hablamos, enton­ces, apoyándonos en la reacción primitiva de KRETSCHMER, de una «reacción primitiva de autorreferen­cia».

Las “paranoias abortivas” de GAUPP no se desarrollan en una personalidad orgullosa y dispuesta a la lucha, sino en una personalidad depresiva y escrupulosa, cercana a la predisposición obsesiva. Tales sujetos se examinan a sí mismos, antes que nada, por si ellos han dado mo­tivo, con su conducta, para ser objeto de observación y de desprecio.

Este es el núcleo de lo que más tarde ha descrito KRETSCHMER como «delusión sensitiva de autorreferencia» y como «desarrollo sensitivo». La vivencia-llave que lo desencadena consiste siempre en una «insuficiencia vergonzosa», en un fracaso ético. Está fuera de dudas la existencia, en sí, de tales desarrollos sensitivos caracterógenos, pero sólo se mantienen den­tro de ciertos límites. De ninguna manera pueden deri­varse psicológicamente de la coincidencia de los tres factores: carácter sensitivo, ambiente reducido y viven­cia éticamente vergonzosa, psicosis alucinatorias y delu­sivas, de contextura esquizofrénica.

El hecho de que sea comprensible la estructura del contenido de tales esta­dos y desarrollos, no debe hacernos olvidar lo incom­prensible de su existencia y de su sintomatología.

Es natural que, a causa del carácter inseguro de sí mismo, de esta interna y constante inseguridad de sí mismo, tenga que llegarse a compensaciones e hiper­compensaciones para cubrir aquella inseguridad. Esto sucede, especialmente, cuando la inseguridad se basa en sentimientos de inferioridad corporal o social, jus­tificados o injustificados. El formalismo social más co­rrecto oculta, muchas veces, la interna inseguridad y falta de libertad.

Detrás de una actitud exigente y es­candalosa, no es raro que se esconda el miedo a pasar inadvertido o la timidez. Los individuos con deformi­dades corporales, reales o supuestas, suelen acicalarse, a veces de un modo exagerado, para mejorar su aspecto exterior.

Ver el concepto de hipercompensación, del “complejo de inferioridad” en el sentido de ADLER, (ver relación de la neurosis con la psicopatía: http://jldiasahun.googlepages.com/laansiedad.psicopatologíayfenomenología.

-2) Los anancásticos. (“psicópatas inseguros de sí mismos, anancásticos”)

Sólo partiendo del carácter inseguro de sí mismo, pueden comprenderse los anancásticos. «Una gran cantidad de representaciones obsesivas nacen de un sentimien­to de inseguridad. Quisiera afirmar francamente que, en ningún neurasténico grave, faltan por completo estas representaciones obsesivas, aunque, a menudo, sólo es­tén insinuadas.»

Justificación de la elección del nombre. La palabra alemana Zwang (1) y la palabra “anancástico” (2) de DONHATH y la expresión “obsesivo” tomada por ZIEHEN de los franceses.

El concepto psicopatológico que los alemanes expresan. con la palabra Zwang (violencia, fuerza, compulsión, coacción, etcétera) es el mismo que expresamos nosotros con la palabra obsesión (del latín obsessio = cerco, asedio, interceptación, obs­trucción). Con ambos términos se alude a una fuerza externa (o sentida como externa, es decir, como extraña al yo) que li­mita la propia libertad, aunque, en un caso, se exprese directa­mente la propia fuerza y, en el otro, sus efectos. Tra­duciremos, por eso, en general, Zwang por obsesión, aunque -en algún momento-no tengamos más remedio que hacer una traducción más estrictamente literal; en tal caso, añadiremos, entre paréntesis, la palabra alemana. (N. del T.)

Del griego (avayxn) = necesidad, obligación. Como vemos, también esta palabra griega, lo mismo que las palabras Zwang y obsessio, alude a algo que se nos impone y que limita por tanto, nuestra libertad. No creemos que, actualmente y dentro del campo psiquiátrico, puedan considerarse equívocas ninguna de estas expresiones. (N. del T.)

Ver también “psicopatología de la obsesividad”. Día 6 de febrero del 2008. Tema XI: La neurosis obsesiva y el Trastorno Obsesivo Compulsivo.

Exposición breve de la historia de los estados obsesivos. Se trataría, por otra parte, de la historia de un síntoma que se sale mucho del campo de las psicopatías.

La psiquiatría alemana se ocupa ya del síntoma de la obsesión en los comienzos del siglo XIX. Más tarde se trató de este síntoma, especialmente en Francia, dentro del marco de las monomanías y de la doctrina de la degeneración.

-KRAFT-EBING utilizó por primera vez, en 1867, la expresión “representación compulsiva” (Zwangsvorstellung), pero no en el sentido con que la utilizamos hoy, sino teniendo presente la compulsión o coacción (Zwang) que la distimia triste ejerce sobre el contenido del pensamiento.

-En 1868 se publicó, del testamento de GRIESINGER, una comunicación, presentada en marzo del mismo año a la Sociedad médico­psicológica de Berlín, titulada: «Sobre un estado psi­copático poco conocido», que se ocupaba de tres casos de «representaciones obsesivas en forma de preguntas» y de la «manía de profundizar”; es decir, de la “maladie du doute” de los franceses.

Ya entonces se habló, en un caso, de la «defectuosa confianza en sí mismo».

-En 1872, C. WESTPHAL, sobre la base de tres observaciones que se han hecho clásicas, describió la agorafobia, que ya era conocida, desde hacía mucho tiempo, como un «vér­tigo de las plazas», atribuido a trastornos de la musculatura ocular.

WESTPHAL rechazó esta génesis y acentuó la importancia de la angustia; una idea que, más tarde, apoyó todavía en una comunicación de autodescripcio­nes y que le hizo imposible incluir la «angustia de las plazas» entre las representaciones obsesivas. WESTPHAL en 1877 dió una definición de las representaciones obsesivas. Estas, dice, no están condi­cionadas por ningún «estado sentimental o afectivo».

-Citaremos las obras de LOWENFELD, BUMKE, FRIEDMANN, STEKEL, HOFFMANN, JUD, BINDER y KEHRER; también correspon­de aquí, en parte, el libro de G. E. STORRING sobre los estados de angustia. En trabajos aislados, se han ocu­pado especialmente de las obsesiones ZIEHEN, KRON­FELD, G. E. STORRING y V. GEBSATTEL. (según texto de K. Schneider)

La obsesión es un modo de vivenciar sólo anormal por su intensidad. Especialmente notables son las transiciones hacia las simples preocupaciones sobrevaloradas y hacia muchas tenden­cias impulsivas predominantes.

Una definición nuclear de la obsesión sería, por ejemplo, la siguiente: Se habla de obsesión cuando alguien no puede reprimir conte­nidos de la conciencia, a pesar de juzgarlos, al mismo tiempo, como absurdos o, al menos, como injustifica­damente dominantes y persistentes. Si se quiere ser muy crítico, dígase contenidos de la conciencia “proce­dentes de dentro», para cerrar conceptualmente de un modo hermético las vivencias obsesivas frente a las vivencias, fabricadas desde fuera, de los esquizofrénicos. (ver fenomenología de la idea obsesiva)

Las representaciones obsesivas, en el sentido literal, como el ser perseguido por imágenes o melodías, son casi siempre obsesiones “formales» y tienen poco que ver con nuestro tema. Es muy rara la existencia de sentimientos obsesivos. Las ocurrencias obsesivas (pen­samientos obsesivos) están ligados muy estrechamente a la personalidad insegura de sí misma. Las ocu­rrencias obsesivas nacen del constante sentimiento de culpa y de insuficiencia de una personalidad insegura de sí misma.

Estos hombres viven en una angustia cons­tante de haber omitido algo o de haber hecho algo malo, o también, en general, de que suceda algo. Y esta an­gustia, posteriormente, por una circunstancia a menudo aparentemente arbitraria, recibe su contenido; la melo­día encuentra sus palabras. Aquí pertenecen el miedo a una desgracia, la angustia por las deudas y por la responsabilidad y también los escrúpulos de confesión. Son individuos que tienen lo contrario de lo que se llama «manga ancha».

La elección de los temas depende del modo más estricto de las tendencias y va­loraciones de la personalidad y de su biografía, pero el comprendedor inmediato no llega aquí muy lejos.

Valoración de los impulsos obsesivos. Si son sólo temores de que podría hacerse esto o aquello -por ejemplo, matar a un hijo- y, por tanto, ninguna verdadera impulsión, todavía cabe realizar hasta cierto punto la conexión con la inseguridad en sí mismo. Pero, si se trata de impulsos obsesivos verdaderos -por ejem­plo, de arrojarse al tren-, ya no es posible derivar ni comprender la existencia de tales impulsos a partir de la personalidad insegura de sí misma.

(1) En tal caso, ya no se trataría tampoco de impulsos obse­sivos. La verdadera obsesión crece siempre sobre el terreno de la inseguridad en sí mismo. Es cierto que la inseguridad y la angustia pueden inducir a la realización de determinados actos; por ejemplo, lavarse las manos o comprobar si se ha dejado cerrado un cajón. Pero no creo que pueda hablarse, en tales casos, de impulsos obsesivos; lo obsesivo, en ellos, sería la idea angustiosa de la suciedad (en el más amplio sentido de la pala­bra) o de la omisión, pero los actos lógicos de defensa contra aquella angustia no serían, en sí, ni impulsivos ni obsesivos. Por otra parte, “creo que puedan darse nunca verdaderos im­pulsos obsesivos”. A mi juicio, en los inseguros de sí mismos, se trataría siempre de miedo a sentir el impulso, pero no del im­pulso mismo. La obsesión de arrojarse al tren no es, en modo alguno, un impulso a realizar este acto, sino, al contrario, un tremendo horror ante la imaginada posibilidad de hacerlo, lo que sí puede derivarse perfectamente de la personalidad inse­gura de sí misma.

Si fuese de verdad un impulso, sería muy frecuente el suici­dio entre los obsesivos. cosa que está en patente contradicción con la experiencia. Todavía más: creo que no pueden darse es­tos llamados impulsos obsesivos más que en personas cuyos muchas ocurrencias obsesivas, incluso aquellas que dominan después durante años, aparecen repentina­mente.

La aparición está ligada a una angustia muy aguda y, con frecuencia, a las sensaciones corporales correspondientes (palpitaciones, sensación de calor en la cabeza, mareo, etc.). No es raro que el propio pa­ciente piense en seguida: «Ya se me presenta otra ob­sesión! ¿Lograré librarme de ella? ¿Cuánto tiempo me torturará?» Una presentación tan fulminante tiene lu­gar, exactamente lo mismo, en las ocurrencias obsesi­vas en el más amplio sentido; es decir, en las “ideas so­brevaloradas, contra cuya dominación injustificada se dirige la crítica.

En la génesis de las obsesiones se da una angustia primaria, física, vacía, que, después, se llena de contenido psí­quico; «la melodía encuentra sus palabras», según la bella y gráfica expresión de KURT SCHNEIDER. Puede decirse de un modo general que la angustia y la inseguridad hacen pensar en lo peor, y lo peor para cada uno es, precisamente, lo que más se opone a sus propios y auténticos impulsos. Lo más horrible, en efecto, para un padre que quiera entrañablemente a su hijo es la idea de hacerle daño, de matarle; por eso la angustia se ligará en él a este contenido. Y lo mismo puede decirse de los demás casos: tendrá la idea obsesiva de tirarse al tren sólo quien sienta un gran apego a la vida; la idea obsesiva de blasfemar en la iglesia sólo quien tenga una profunda fe religiosa; la idea obsesiva de ser homosexual o de ser impotente, sólo quien, todavía inexper­to, cifre su máximo deseo en la satisfacción de apetencias hetero­xesuales.

. El contenido obsesivo no es francamente aceptado por el sujeto, sino que, de acuerdo con la excelente definición nuclear de K. ScHNEIDER, al mismo tiempo se impone y se rechaza. Hay aquí una pugna entre una interpretación obsesiva impuesta por la angustia y una interpretación normal, mante­nida por la capacidad crítica; sólo la fuerza de la angustia y la inseguridad del paciente en sí mismo impiden el dominio de esta ultima. El psicoanálisis, sin embargo, cree que la pugna se esta­blece entre impulsos libidinosos, perversos del ello y tendencias sociales, moralizadoras, del super-yo. Resultaría, entonces, que la interpretación obsesiva, neurótica, sería la verdadera, y la an­gustia no sería prímaría, sino sólo reactiva

Podría decirse, por ello, que el psicoanálisis es una interpretación neurótica de las neurosis. (N. del T.) (ver fenomenología de la impulsividad y su diferencia con la fobia de impulsión)

La «elección del síntoma» en el campo de las obse­siones, la cuestión de por qué la obsesión es ésta y no otra, no puede ocuparnos aquí en detalle. FREUD ha in­tentado demostrar, antes que nadie, que la obsesión tiene un sentido,....Llega a la conclusión de que las obsesiones reciben su pujanza de deseos sexuales repri­midos.

Los actos obsesivos son símbolos, con los que se satisface, de un modo innocuo, el deseo prohibido. Fue­ra también de la escuela psicoanalítica, se ha llamado la atención constantemente sobre la relación existente en­tre las obsesiones y la sexualidad (por ejemplo, STROH­MAYER, KEHRER, KRETSCHMER, HOFFMANN). A menudo, en efecto, se impone también al investigador imparcial una interpretación en el sentido de FREUD, aunque no quiera pasar, en general, de lo puramente descriptivo. De ninguna manera todas las obsesiones, quizá ni si­quiera la mayoría, sugieren una interpretación semejan­te; pero, en muchas, es del todo evidente. Hay que citar aquí, sobre todo, los impulsos obsesivos; por ejemplo, el impulso a lavarse. Pero es condición previa de estos «mecanismos» la personalidad insegura de sí misma, con su actitud específica respecto a lo sexual. Sólo en este tipo de personalidad existe una conexión-por tan­to, indirecta-entre sexualidad y obsesión ..

Sobre la psicología expresiva de los anancásticos: hay que decir que, ya externamente, llaman la atención, a menudo, por un esmero, una pedantería, una correc­ción y una escrupulosidad que pueden llegar a la exa­geración, y también, inmediatamente, por la inseguridad. Las compensaciones de esta última contienen, con frecuencia, algo forzado y falto de naturalidad. A me­dida que los anancásticos se rodeen de normas protec­toras- a causa, por ejemplo, del miedo al contagio­- a medida que se presenten ceremonias y hábitos ob­sesivos absurdos, tales sujetos pueden parecer extrava­gantes. Ya la simple inseguridad produce, a menudo, esta impresión.

La diferencia de las clases sociales es clara en los obsesivos. En las clases modestas se 'observan con mu­cha más rareza los estados obsesivos; esto, sin embargo, no tiene la misma validez para los caracteres inseguros, sobre los que se desarrollan aquellos estados. Estos se ven, a menudo, en los sujetos con aspiraciones socia­les, y conducen, entonces, a conflictos comprensibles. Precisamente tales aspiraciones se encuentran con fre­cuencia en los inseguros de sí mismos, pues es propia de muchos de ellos una ambición interna, que no se limita a la esfera ética.

No se sabe nada seguro sobre la participación de los sexos en el grupo de los inseguros. Según KRAEPELIN, las neurosis obsesivas se presentan con menos frecuen­cia en las mujeres. Muchas veces, los rasgos caractero­lógicos sensitivos y anancásticos se encuentran ya en la infancia. KEMPF ha dedicado un estudio a los estados obsesivos de los niños. STROHMAYER refiere, de un mu­chacho, que sólo comía los platos en orden alfabético:

Compott, Fleisch, Nachtisch, Suppe (carne, compota, postre, sopa). A menudo, los niños inseguros, a conse­cuencia de la defectuosa confianza en sí mismos, se re­trasan, en relación con lo que podrían dar de sí teniendo en cuenta su inteligencia (SCHORSCH). En ningún caso de KRAEPELIN tuvo lugar el comienzo después de los cuarenta años de edad. En muchos casos, sobre todo en los de miedo a la suciedad y al contagio, con medidas de protección y ceremonias, se produce con el tiempo, una reducción cada vez mayor de la libertad de movimientos y una especie de «estado final».

La presentación familiar de los síntomas obsesivos fue citada ya por GRIESINGER. MEGGENDORFER conoce un árbol genealógico totalmente anancástico. HOFFMANN alude a una tara, en parte homóloga, en parte circular y en parte esquizotímica. Esto corresponde a los conceptos de KRETSCHMER, según los cuales los anancásticos per­tenecen, en parte, al círculo ciclotímico y, en parte. al esquizotímico.

Las relaciones con otras personalidades psicopáticas son numerosas. Ya KOCH pensaba que no habría nin­gún tarado psicopático congénito «que, por lo menos alguna vez, y aunque sólo fuese de un modo leve, no hubiera sido acometido por pensamientos obsesivos». Ya se citaron las íntimas relaciones de los inseguros con todas las formas de los depresivos, a las que, in­cluso, pertenecen casi siempre. Numerosos puentes con­ducen también a los asténicos.

En las combinaciones no pueden citarse muchas co­sas nuevas, frente a los depresivos. Se trata, la inmensa mayoría de las veces, de individuos inteligentes. Tam­poco aquí, como es lógico, son tan raras las combina­ciones con las toxicomanías.

Para el problema de su diferenciación frente a las psicosis, es especialmente importante el hecho de que, en fases depresivas ciclotímicas, incluso en personali­dades por lo demás no anancásticas, pueden aparecer procesos obsesivos, como han demostrado sobre todo BONHOEFFER y V. GEBSATTEL.

Además, los estados obsesivos de los psicópatas aparecen, a menudo, periódicamente y también, a veces, reactivamente. Casi siempre, entonces, se trata sólo de un empeoramiento, porque también fuera de tales crisis existe el carácter anancástico y se presentan leves obsesiones aisladas. STOCKEL, apoyándose en la tara circular de los enfermos obsesivos, ha emprendido el ensayo desafortunado de interpretar las neurosis obsesivas como estados mixtos maníaco-depresivos.

El diagnóstico diferencial frente a los procesos es­quizofrénicos puede, a veces, ofrecer dificultades, espe­cialmente a causa de las extravagancias, y sobre todo en aquellos anancásticos muy graves que ha descrito HEILBRONNER como «psicosis obsesiva progresiva y JAHRREISS como «enfermedad obsesiva crónica sistema­tizada».

Una investigación más detenida logrará casi siempre la formulación del diagnóstico. Frente al re­chazamiento autista, que se observa la mayor parte de las veces, precisamente en tales esquizofrénicos, es característico de los anancásticos, sobre todo, su necesi­dad de ayuda, aunque en los casos graves cueste un cierto esfuerzo superar el recelo, la desconfianza y la angustia, a causa de la temida supresión de los hábitos.

HASCHE-KLUNDER, SCHWARD, PILCZ, JAHRREISS, y nos­otros, entre otros, hemos demostrado la presentación de fenómenos obsesivos en enfermos indudablemente esquizofrénicos. (Según STENGEL, los mecanismos obse­sivos deben inhibir, entonces, la desintegración esqui­zofrénica.)

No puede admitirse que, en tales casos -que pueden ser, incluso, diagnósticamente insolubles-, se trate de una combinación causal (LEGEWIE). El criterio; mantenido todavía por PILCZ, de que las verdaderas neurosis obsesivas no pueden terminar nunca en una psicosis, ya no es sostenible. En todo caso, no podemos diferenciar siempre los pródromos anancásticos de la esquizofrenia de los estados obsesivos psicopáticos. KEHRER ve conexiones internas entre la psicopatía ob­sesiva y la esquizofrenia; las cuales, lo mismo que LUXENBURGER, pudo fundamentar también genealógicamen­te. Más lejos que nadie llega BLEULER, que tiene la sos­pecha de que la neurosis obsesiva sea, en suma, una esquizofrenia latente. En la epilepsia genuina ha visto FUCHS un desarrollo anancástico.

De las obsesiones en la encefalitis epidémica no po­demos ocupamos aquí. En parte, se intentó aclarar con ellas la estructura de los procesos obsesivos psicopáticos, sobre todo por GOLDSTEIN, BURGER y MAYER-GROSS y WEXBERG.

Lo mejor, para quien quiera penetrar en este problema dificilísimo, es dejarse guiar por KEHRER.

Respecto a la importancia cultural y social de los inseguros, tiene validez lo mismo que hemos dicho ya de los psicópatas depresivos.

Los anancásticos graves -afectos, por ejemplo, de la obsesión del contagio o de la obsesión de la comprobación-están coartados en su actividad, llegando hasta la incapacidad total de mo­vimientos. Por mucho que ellos lo teman -prescindien­do de castigos disciplinarios, a causa de la incapacidad para realizar trabajos oficiales-, apenas se hacen me­recedores de ninguna sanción. Ciertamente, MERCKLIN comunicó el caso de un maestro que sólo, al parecer, por motivos obsesivos, cometió un delito contra la ho­nestidad. Leyó en el periódico la falta cometida por otro maestro con una alumna y, desde entonces, em­pezó a cavilar obsesivamente si sería posible que una alumna se entregase a un maestro viejo. Para resolver la cuestión, hizo el intento correspondiente, según el sumario, como una simple experiencia y sin intención sexual. Hemos de ser, en esto, muy escépticos. En ge­neral, los actos obsesivos no son más que desahogos inofensivos. Todavía hoy se comete mucho abuso, ante los tribunales de justicia, con la palabra «obsesión». Prácticamente, la psicología de la personalidad y la na­turaleza del acto conducirán entonces, la mayor parte de las veces, más lejos que el análisis conceptual. Esto puede decirse también contra la comprensión por STUT­TE de una incendiaria, que para todos los demás sería una insegura de sí misma y nosotros colocaríamos en­tre las personalidades impulsivas lábiles de ánimo. Casi, nunca los actos obsesivos son actos punibles. (excelente descripción clínica de actos anormativos en obsesivos graves)

Tratamiento de los psicópatas obsesivos e inseguros de sí mismos. (siguendo el texto de K. Schneider)

También en los inseguros de sí mismos, simplemen­te una solicitud y unos consejos razonables producen alivio e infunden nuevos ánimos. Además, especialmente con la hipnosis, pueden suprimirse algunos síntomas obsesivos aislados. Estos, sin embargo, amenazan cons­tantemente con surgir de nuevo.

La finalidad de la tera­péutica es enseñar a refrenar y a dominar las obsesio­nes incipientes y sus consecuencias. Es dudoso si se debe descubrir una posible génesis sexual del síntoma aislado. (ver psicodinamia de la neurosis obsesiva)

STROH MAYER cree que el descubrimiento de las causas muchas veces en modo alguno reprimidas, no puede “curar”. En todo caso, hay que aconsejar a los no ejercitados en el psicoanálisis que utilicen un tratamien­to distinto, porque un análisis incompleto parece per­judicar siempre.

Tampoco se tiene la impresión de que la mayoría de las neurosis obsesivas, de estructuras tan complicadas y tan difíciles de penetrar, se curen fre­cuentemente por medio del psicoanálisis. El propio FREUD da informes poco optimistas.

HOFFMANN piensa muy mal de la voluntad de salud de los obsesivos. se­gún él, detrás de los hábitos obsesivos hay tendencias vitalmente importantes, que quieren satisfacerse (debe­res de penitencia con motivo de fantasías sexuales). Así, estos sujetos se oponen tenazmente a la terapéutica, que intenta quitarles su «necesidad vital más sagra­da». Un enfermo curado decía: «Desde que he dejado la obsesión, he perdido un mundo hermoso.» Pero dudamos mucho todavía de que, ni siquiera en la mayoría de los casos, pueda suponerse esta actitud.

4. PSICOPATAS FANATICOS

No es sólo la "sobrevaloración de ciertos complejos” lo que tienen de característico y de común estas personalidades.

Cuando BIRNBAUM define un complejo sobrevalorado, diciendo que sería «aquel que, en virtud de su exagerada acentuación afectiva, ha adquirido una posición dominante, una preponderancia tiránica, en la vida psíquica».

BUMKE describe las ideas so­brevaloradas como «pensamientos o grupos de pensa­mientos (complejos) que, a consecuencia de su tono sentimental, poseen la supremacía sobre todos los otros pensamientos»,

Definición de WERNICKE de las ideas sobrevalo­radas como «recuerdos de cualquier vivencia especial­mente cargada de afecto o también de una serie soli­daria de semejantes vivencias”.

La fórmula de KOPPEN de la idea sobrevalorada, que es «motivada y razona­ble», pero que ocupa un espacio demasiado grande en el círculo de representaciones del individuo, de tal modo que todas las representaciones contrarias son re­primidas y «da lugar a actos que están en contradicción con los verdaderos intereses de la persona», tampoco aporta una mayor aclaración.

Lo que diferencia las sobrevaloraciones del fanático de las del depresivo y del inseguro es que no necesitan tener ningún signo negativo y, además, que conducen a la lucha externa o, por lo menos, en formas más as­ténicas, al programa, a la demostración. Si las sobre­valoraciones son personales, como en los litigantes, se procede contra el responsable del perjuicio; si son menos personales, como en los sectarios, se propalan o, por lo menos, se profesan.

-Formas asténicas u ocultas: El fanático es una persona­lidad activa, de naturaleza marcadamente esténica; sin embargo, a estas formas se unen otras, cada vez más pálidas y más pacíficas, que se pierden, por último en­tre los fanáticos silenciosos, disimulados, apartados de la realidad y puramente fantásticos.

Aquí radican también las dificultades de la nomen­clatura. El adjetivo fanático, a nuestro juicio, indica sobre. todo, una naturaleza luchadora y sólo se adapta, por tanto, a una parte de los sujetos incluidos aquí. La designación «personalidades paranoides”) no es afor­tunada, porque, bajo la llamada actitud paranoide, se comprende, ante todo, una propensión a la autorreferencia y, no en primer término, a la sobrevaloración y a la defensa anormal de un complejo.

Podría pensarse en hablar de psicópatas «expansivos»; pero, por una parte, esta designación se emplea, a veces, para el polo opuesto al ánimo depresivo y, por otra parte, también los expansivos, en el sentido de KRETSCHMER, solo abarcan la mitad activa, esténica, de nuestros fanáticos.

El nombre de «obstinados», utilizado por KRAEPELIN, tampoco nos parece feliz, en atención a ,los depresivos obstinados, como, por ejemplo, los hipocondríacos. Así, pues, tendremos que quedamos con el nombre de fa­náticos.

-Fanáticos expansivos, en la acepción de KRETSCHMER; esto es: aquellos individuos de «capacidad de re­tención tenaz», elaboración viva e intrepidez activa en el sentido de «falta de contención»-que llamamos nos­otros fanáticos luchadores. Estos, en sí, no son necesa­riamente psicópatas, en nuestro sentido. Sólo llegan a serlo cuando, por el predominio de rasgos pendencieros, dan lugar a conflictos, como los que suelen observarse en los litigantes, y cuando surgen, de los expansivos decididos, aquellos enfadosos «porfiados» o aquellos «justicieros» que «tienen escrupulosidad de conciencia para todos los demás hombres» (KOCH) (1).

Para aclarar este concepto, ver la traducción del libro de KOCH, Die psychopatischen Mmderwertlgketten: «En los justicieros, no se dirigen las aspiraciones, como en los escrupu­losas morales, a la propia persona del tarado, sino hacia fuera”. Son naturalezas mejor dotadas y, en realidad, bien Intencio­nadas; pero se mezclan en cosas que no son de su incumbencia. Critican con dureza a todo el mundo; no pueden ver, en ninguna parte, nada injusto o que ellos consideren injusto. Y tampoco lo pueden tolerar. Pero dado que tienen escrupulosidad de concien­cia para todos los demás hombres, provocan en todas partes disgusto, discordia y perturbación. Y como no encuentran ja­más y en ninguna parte, nada perfecto y, por su parte, se aferran obstinadamente a cualquier apariencia, muchos de ellos, cuando el trastorno está más acentuado cambian de modo constante de empleo, de residencia y de profesión. (nota del traductor).

Ver: -La paranoia litigante, el delirio de reivindicación y de querulancia. Los inventores delirantes, los apasionados idealistas y los reformadores. (J.L. Día)

Ver la descripción de los “pendencieros” de Kraepelin

Es propio, especialmente, de los penden­cieros fanáticos el atribuir a sus asuntos «una especie de importancia pública». No es indispensable una co­nexión entre los motivos aislados. La vieja y antigua oposición entre el seudolitigante y el litigante «genui­no» (que litiga en torno a un complejo único) no coin­cide con la oposición entre los pendencieros hipertími­cos y los pendencieros fanáticos. Es verdad que a los hipertímicos puros les falta la afición consecuente en una cosa, les falta totalmente aquel desplazamiento del cen­tro de gravedad desde el objeto al derecho, tan carac­terístico de los fanáticos; Pero también el fanático pue­de litigar por motivos diferentes, sin conexión entre sus contenidos.

Aquí confinan el problema de los desarrollos expan­sivos, en el sentido de KRETSCHMER, y el problema de la “paranoia de lucha. A KöPPEN le llamó ya la atención que, en el fondo de tales desarrollos, exista frecuente­mente una injusticia real, aunque sea muy insignifican­te. Y esta injusticia, muy especialmente, hace, a menu­do, de un fanático que litiga por distintos motivos, un fanático concentrado en un punto. KRETSCHMER ha de­mostrado que lo que conduce a los desarrollos expan­sivos, en el sentido de su paranoia de lucha, es el con­flicto del individuo impotente frente a la organización todopoderosa de la sociedad. No se trata de los expan­sivos despreocupados, inconsiderados, «sanos», sino de los expansivos con una llaga oculta, con una espina as­ténica clavada en sus carnes.

Es verdad que ciertos desarrollos paranoides, en muchas personalidades primitivas, sensitivas o expansivas o, también, en per­sonalidades tipológicamente indeterminadas-, pueden comprenderse inmediatamente como reacciones a vivencias. Pero cuando aparece la delusión-sobre todo en forma de percepciones delusivas y otros síntomas es­quizofrénicos, se ha terminado el círculo de las perso­nalidades y reacciones anormales y ha comenzado, sin transición, la parafrenia psicótica.

El desarrollo de ésta es esencialmente incomprensible, aunque sus contenidos -como todos los contenidos-puedan derivarse, también, de la personalidad y de sus azares. Casos que no puedan incluirse en una de estas dos posibilidades, se presentan con extraordinaria rareza. Nosotros, lo mis­mo que KOLLE, quisiéramos abandonar totalmente el concepto de paranoia y oponer la esquizofrenia paranoi­de o parafrenia al desarrollo paranoide psicopático, re­activo. Litigantes hay aquí como allí, pero una delusión de los litigantes sólo la hay en el primer grupo. Con BOSTROEM, se pueden oponer también, a los «psicópa­tas litigantes», los «enfermos con delusión de los liti­gantes».

Frente a los “fanáticos luchadores”, sumamente ac­tivos, que, en sus formas perturbadoras, defienden casi siempre sobrevaloraciones estrictamente persona­les, hay otro grupo de fanáticos que tienen de común con ellos la sobrevaloración, en extremo unilateral, y la defensa y exposición pública de una idea; pero que, no obstante, son menos activos y abogan también con más rareza por asuntos personales. Queremos decir con esto que los contenidos manifiestos son, a menudo, imperso­nales; pues no cabe duda de que también estas sobre­valoraciones son la expresión de cualesquiera vivencias personales, en conflictos externos o internos. Pero esto sólo puede demostrarse en algún caso aislado. Estos fanáticos pacíficos, casi siempre impersonales, a los que pertenecen muchos sectarios, pueden tener también, todavía, rasgos activos, en el sentido de los pendencieros; pero, la mayor parte de las veces, siguen calladamente su camino, aunque con desdén interno. Tienen tenden­cia a las extravagancias.

-Los extravagantes, como formas clínicas de los psicópatas fanáticos:

Ya en los anancásticos encontramos tipos marcada­mente extravagantes. El calificativo se usa en doble sen­tido: primero, por las extravagancias de la expresión; esto es, de la conducta y del modo de vestir y de hablar; pero, después, también por las rarezas del pensamiento y de las aspiraciones.

BIRNBAUM comprende por «extravagantes degenerativos» psicópatas con un modo de ser falto de unidad, avieso e inarmónico y con cierto sello paranoide; es decir, personalidades que, sólo en parte se inclinan hacia nuestro grupo.

STERTZ, por el contrario, describe bajo el nombre de «fanáticos extravagan­tes» exactamente los mismos psicópatas a que nos referimos nosotros: individuos que defienden, frente al mundo externo, ideas sobrevaloradas, a menudo de na­turaleza fantástica, exaltada y extraña a la realidad. Que con frecuencia se unan a ellas, también, extrava­gancias de la expresión, de los modales, del peinado, de1 modo de vestir, etc., es una experiencia que se repite todos los días. Es lógico que el «naturista» vaya descalzo y con luengos cabellos, que el «investigador de la Biblia» use un lenguaje lleno de unción, etc.

Este tipo se ha descrito también, reiteradamente, en otros lugares. Así, por ejemplo, tales fanáticos extravagantes se encuentran entre los vegetarianos de la co­lonia “La casona del lago Maggiore”, descritos por GROH­MANN, y entre los miembros de otra secta cristiano­-comunista, descrita también por este autor.

Del mismo modo, ha descrito KREUSER los «estrafalarios»; PERETTI, un grupo de «hombres verdaderos»; DAFFNER, el santu­rrón de Könisberg, y KUJATH, fanáticos «pálidos» y otras personalidades anormales con sistemas filosóficos. Pero a menudo se mezclan casos indudables de esqui­zofrenia, que también -como en PERETTI- pueden for­mar el punto en torno al cual se sitúan los psicópatas extravagantes. Así parece haber sucedido también en la observación, única en su clase, de SCHULZE, que concierne a una familia de campesinos de la baja Lusacia. Esta familia esperaba, con gran éxtasis, al Redentor y tuvo que ser conducida al manicomio, después de tumultos bárbaros, en el curso de los cuales fueron heri­das mortalmente dos personas.

Por lo que se refiere a la diferencia de los sexos, hay que advertir que estos grupos parece que están integra­dos, predominantemente, por varones. De todos modos, se encuentran también mujeres, sobre todo entre los fanáticos luchadores no inmediatamente personales; re­cuérdense ciertas cabecillas del antiguo feminismo in­glés. Entre los fanáticos pacíficos se encuentran las mujeres, casi siempre, sólo de un modo secundario; como adeptas, ligadas a menudo eróticamente. También los individuos jóvenes parecen que están contenidos en es­tos grupos, casi siempre, en forma subordinada: como miembros, por ejemplo, de una familia sectaria. Los verdaderos fanáticos luchadores son siempre hombres maduros. Faltan investigaciones genealógicas. (recordar texto de psicopatología clásica)

Ver: Los delirios de reivindicación, los inventores, y apasionados idealistas.

-Los apasionados idealistas (Dide y Guiraud) (1920)

-El crimen paranoico y Los llamados “paranoicos reformadores”:

Ver estudio clásico y profundo de Regis. Dos tipos de magnicidas:

-Los perseguidos-perseguidores corrientes. Móviles egocentristas, que llevados por su delirio, querulantes o litigantes, centrado contra una figura relevante, ejecutan su venganza.

-Los perseguidores ambiciosos: se autoerigen justicieros de todo un pueblo, contra una tiranía, una clase social, anotan en su cuenta personal la opresión que pesa sobre la colectividad. (Genil-Perrin). Su conducta es orgullosa, y exhibicionista, con la aureola de su “martirio”. El regicidio es su máxima expresión.

Las relaciones con otros psicópatas son muy numerosas.

-Muchos fanáticos luchadores son explosivos; y, como puso de relieve STERTZ, tampoco son raros, en los fanáticos pacíficos, los rasgos de necesidad de estimación. Aquí, sin embargo, las fábulas seudológicas no siempre tienen por objeto granjearse estimación. El fanático luchador, con sobrevaloraciones personales, ali­menta, por este medio, sus sospechas y su odio, más bien combinando falsamente que mintiendo.

-Con los hipertímicos tienen de común los fanáticos -por lo me­nos los luchadores- la dirección hacia fuera; les dife­rencia de ellos, sin embargo, la consecuencia, la rigidez y la obstinación.

-Litigantes, como hemos dicho, hay en ambos campos; tampoco son raras las formas interme­dias; los hipertímicos excitados, no verdaderamente alegres, forman el puente de paso. Que se ve a los fanáticos, muy frecuentemente, bajo el ropaje de la re­acción de renta, sólo es preciso mencionarlo. (recordar la “Sinestrosis” y la “neurosis de renta”).

Respecto a las combinaciones, es probable que no se encuentre jamás, en los fanáticos luchadores, una coin­cidencia con la oligofrenia. Esta es frecuente, sin em­bargo, en los fanáticos pacíficos, particularmente en los adeptos y simpatizantes de los movimientos.

-Diagnóstico diferencial de los psicópatas fanáticos”.

-Con la esquizofrenia: Se ha hablado de la delimitación de los fanáticos luchado­res frente a las psicosis esquizofrénicas. Los fanáticos extravagantes pacíficos son difíciles de separar a veces de individuos que han pasado un brote o que tendrán más tarde una esquizofrenia.

KRAEPELIN cree que la mayoría de las personalida­des extravagantes pertenecen a la demencia precoz; sin embargo, no excluye la posibilidad de que la extrava­gancia tenga también, en ocasiones, otra significación clínica. Concede valor, para la diferenciación, a la acce­sibilidad afectiva de los extravagantes psicopáticos.

-Con la manía: Apenas es posible considerar a los fanáticos lucha­dores como maníacos. SPECHT, sobre todo, como hemos dicho ya al hablar de los hipertímicos, ha defendido ta­les ideas, que, a lo sumo, pueden discutirse precisamen­te en relación con los litigantes y «paranoicos» hipertímicos.

-Importancia social de los psicópatas fanáticos:

Ver: Delirio paranoide y agresividad: La psicosis y el crimen paranoico.

Ya no hay mucho que añadir sobre la importancia social de estas formas. Sólo hemos de tener en cuenta aquí los fanáticos anormales. Los llamamos psicópatas cuando son perturbadores; en relación con lo cual te­nemos que recordar, de un modo especial, que este jui­cio depende de valoraciones. Es verdad que hay tam­bién fanáticos sufridores en sí, pero esta forma se ob­serva con rareza.

-Los fanáticos luchadores, que solamente perturban, pueden proferir injurias y cometer actos de violencia, sobre todo si son explosivos. Es sabido cuánto pue­den importunar los litigantes a los jueces y a las auto­ridades.

-Como ha mostrado WETZEL en el caso del barón van Hausen, puede causarse un perjuicio al Estado, aun sin actitud antisocial del perjudicante. Este lógico rígido y sin humor luchó toda la vida por su de­recho, sin darse cuenta de los límites del derecho indi­vidual frente a ciertas necesidades del Estado y sin flexibilidad para comprender las perdonables deficien­cias humanas. Naturalmente, un litigante caracterológi­co no es preciso que sea un litigante judicial.

-Los fanáticos pacíficos han llamado la atención, a veces, en tiempo de paz (KOPPEN, LANGE), pero especial­mente durante la guerra mundial, como denegadores del servicio militar. (¿los objetores de conciencia son fanáticos pacifistas?). GAUPP, E. MEYER, J. B. JORGER, LOEB, HORSTMANN y HOPPE han descrito estos «graves inves­tigadores de la Biblia», los adventistas y otros sectarios. GAUPP ha prevenido, con razón, contra el «calificar, sin más ni más, como patológico» lo extraordinario. Y LOEB ha llamado la atención sobre la imposibilidad de com­prender como «morbosas», por su contenido, tales consecuencias de la fe religiosa. Piensa él que la fuerte acentuación del complejo del yo, la duración y la inten­sidad extraordinaria de la vivencia aislada, la seguri­dad -a pesar de los imprecisos conceptos religiosos- y las contradicciones entre los actos que prescribe la creencia y los deberes vigentes, hablarían a favor del vivenciar patológico. Según nuestra opinión fundamen­tal, que niega la posibilidad de utilizar, en todo este campo, el concepto de enfermedad, semejante separa­ción no es necesaria y ni siquiera, en general, imagina­ble. De hecho, nada más que algunos de tales individuos son devotos consecuentes. Y, en suma, con una calificación psicológica no se ha dicho nada, todavía, en contra de lo que defienden los fanáticos.

¿Hay tratamiento para los psicópatas fanáticos?.

Apenas hay un verdadero tratamiento. De todos modos, en ciertas circunstancias, se pueden evitar los con­flictos, si no se trata de fanáticos muy agresivos. Así, a veces, también los litigantes pueden curarse práctica­mente, como ha señalado, sobre todo, RECKE. Muchas veces, habrá que cerrar los ojos frente a ellos y dejarles pasar algunas cosas. Sobre todo, no debemos reac­cionar nosotros mismos de un modo fanático y querer, a toda costa, pronunciar la última palabra. Sus escritos pueden dejarse sin contestación. Para los litigantes, lo más importante es escribir, no la respuesta. Sin espe­rar siquiera la contestación, ya escribe otra carta. Pue­de plantearse el problema de la incapacitación; Pero, entonces, a menudo, es ella precisamente el objeto pre­ferido del litigar recalcitrante.

Algunos fanáticos extravagantes no pueden sostenerse en la vida social y ne­cesitan, a causa de la perturbadora curiosidad que despiertan, y también por interés público, el ingreso en un establecimiento.

(ver El delirio querulante de O. Bumke. )

Añadido de J.L. Día:

Crítica de la “antipsiquiatría” a los delirios de reivindicación.

-“El delirio de reivindicación es un invento de la psiquiatría para medicalizar la conducta humana disfuncional, o radical” (sic, según “T. Szasz” )

-Se consigue así, la transformación en delirio o psicosis, de una conducta política, radical, y con finalidad de transgredir el orden establecido.

¿cómo entender la psicosis de los “apasionados idealistas?.

-Ante su incomprensión, se transforma en nosología, y conducta de enfermedad.

¿Falacia de la “biologización” positivista o psicosis paranoide?.

“ Acto despolitizado y transformado en semiología psiquiátrica.”

“T. Szasz” “mito de las enfermedades mentales” “The Myth of Mental Illness”. http://psychclassics.yorku.ca/Szasz/myth.htm.

Querido psicopatólogos.

¿cómo distinguir la psicosis reivindicativa –paranoide- de la reivindicación pasional, y de las conductas anormativas de los psicópatas fanáticos?.

¡Este es un trabajo para los psicopatólogos.¡

¡esto no está en el DSM-IV¡.

¡¡Sólo para investigación en psicopatología descriptiva y fenomenología.¡¡

j.l.día sahún jldiasahun@gmail.com